Un Curso De Milagros
Capítulo 2
Causa y efecto
Puede que todavía te quejes de que tienes miedo, pero aun así sigues atemorizándote a ti mismo. He indicado ya que no puedes pedirme que te libere del miedo. Yo sé que no existe, pero tú no. Si me interpusiese entre tus pensamientos y sus resultados, estaría interfiriendo en la ley básica de causa y efecto: la ley más fundamental que existe. De nada te serviría el que yo menospreciase el poder de tu pensamiento. Ello se opondría directamente al propósito de este curso. Es mucho más eficaz que te recuerde que no ejerces suficiente vigilancia con respecto a tus pensamientos. Tal vez pienses que a estas alturas sólo un milagro te capacitaría para hacer eso, lo cual es absolutamente cierto. No estás acostumbrado a pensar con una mentalidad milagrosa, pero se te puede enseñar a pensar de esa manera. Todos los obradores de milagros necesitan este tipo de instrucción.
No puedo permitir que dejes de vigilar a tu mente, ya que de otro modo no podrías ayudarme. Obrar milagros requiere el que uno se dé cuenta plenamente del poder de los pensamientos a fin de evitar las creaciones falsas. De lo contrario, sería necesario un milagro que rectificase a la mente misma, proceso circular éste que no propiciaría el colapso del tiempo que es para lo que el milagro se concibió. El obrador de milagros debe poseer un genuino respeto por la verdadera ley de causa y efecto como condición previa para que se produzca el milagro.
Tanto el milagro como el miedo proceden de pensamientos. Si no eres libre de elegir uno, tampoco serás libre de elegir el otro. Al elegir el milagro, rechazas el miedo aunque sólo sea temporalmente. Te has sentido temeroso de todo el mundo y de todas las cosas. Tienes miedo de Dios, de mí y de ti mismo. Nos has percibido erróneamente o creado falsamente, y crees en lo que has fabricado. No habrías podido hacer nada de eso si no hubieses tenido miedo de tus propios pensamientos. Los temerosos no pueden sino crear falsamente, puesto que perciben erróneamente la creación. Cuando creas falsamente no puedes sino sufrir. El principio de causa y efecto se convierte ahora en un verdadero catalizador aunque sólo sea temporalmente. En realidad, "Causa" es un término que le corresponde propiamente a Dios, y Su "Efecto" es Su Hijo. Esto supone una serie de relaciones de Causa y Efecto completamente diferentes de las que tú introduces en tus creaciones falsas. El conflicto fundamental en este mundo es, pues, entre la creación y la creación falsa. Todo miedo está implícito en la segunda, y todo amor en la primera. El conflicto es, por lo tanto, entre el amor y el miedo.
Ya hemos dicho que crees que no puedes controlar el miedo porque tú mismo lo inventaste, y tu creencia en él parece ponerlo fuera de tu control. Sin embargo, todo intento de resolver el error tratando de dominar el miedo es inútil. De hecho, eso no hace más que corroborar su poder, al asumir que necesita ser dominado. La verdadera solución descansa enteramente en alcanzar el dominio por medio del amor. En el ínterin, no obstante, la sensación de conflicto es inevitable, ya que te has colocado a ti mismo en una posición en la que crees en el poder de algo que no existe.
La nada y el todo no pueden coexistir. Creer en uno es negar el otro. El miedo no es nada realmente y el amor lo es todo. Siempre que la luz irrumpe en la obscuridad, la obscuridad desaparece. Lo que tú crees, es cierto para ti. En este sentido la separación ha ocurrido, y negarlo sería utilizar incorrectamente la negación. Concentrarse en el error, no obstante, no es más que otro error. El procedimiento correctivo inicial consiste en reconocer temporalmente que hay un problema, mas sólo como señal de que tiene que ser corregido de inmediato. Esto da lugar a un estado mental en el que la Expiación puede ser aceptada sin demora. Debe señalarse, no obstante, que, en última instancia, no puede haber transigencia alguna entre lo que lo es todo y lo que no es nada. El tiempo es esencialmente un recurso por medio del cual se puede abandonar toda idea de transigencia al respecto. Este proceso parece ser gradual debido únicamente a que el tiempo en sí comprende intervalos que no existen. La creación falsa hizo que esto fuese necesario como recurso de corrección. La aseveración: "Porque tanto amó Dios al mundo que le dio Su unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, mas tenga vida eterna" necesita solamente una leve corrección para que tenga sentido en este contexto: "Se lo dio a Su unigénito Hijo".
Debe observarse con especial atención que Dios tiene solamente un Hijo. Si todas las creaciones de Dios son Hijos Suyos, cada una de ellas tiene que ser parte integral de toda la Filiación. La Filiación, en su unicidad*, transciende la suma de sus partes. Este hecho, no obstante, queda velado mientras falte una sola de ellas. Por eso es por lo que, en última instancia, el conflicto no se puede resolver hasta que todas las partes de la Filiación hayan retornado. Sólo entonces podrá comprenderse lo que, en el verdadero sentido de la palabra, significa la plenitud. Cualquier parte de la Filiación puede creer en el error o en la incompleción si así lo elige. Sin embargo, si lo hace, estará creyendo en la existencia de algo que no existe. Lo que corrige este error es la Expiación.
Ya he hablado brevemente acerca de la condición de estar listo, pero tal vez pueda ser útil mencionar aquí algunos puntos adicionales. Estar listo es sólo el prerequisito para que se pueda lograr algo. No se debe confundir una cosa con la otra. Tan pronto como se da la condición de estar listo, también se da, en cierta medida, el deseo de querer lograr algo, si bien éste no es necesariamente un deseo indiviso. Dicha condición de estar listo no es más que el potencial para que pueda tener lugar un cambio de mentalidad. La confianza no puede desarrollarse plenamente hasta que no se haya alcanzado un dominio total. Hemos tratado ya de corregir el error fundamental de que es posible dominar el miedo, y hemos enfatizado que el verdadero dominio sólo se puede alcanzar por medio del amor. Estar listo es sólo el comienzo de la confianza. Tal vez pienses que esto implica que tiene que transcurrir mucho tiempo entre el momento en que estás listo y aquel en el que alcanzas el dominio, pero permíteme recordarte que el tiempo y el espacio están bajo mi control.