domingo, 4 de mayo de 2014

Sinfonía Cósmica: la música de los Seres Verdaderos

LA AMÍGDALA, EL CENTRO DE CONTROL EMOCIONAL

Es sabido que las emociones se generan en el sistema nervioso: las de miedo o de rabia se originan en la amígdala cerebral, aunque las de alegría o de felicidad no se sabe bien dónde se producen. La amígdala es una pequeña estructura situada en el interior de los lóbulos temporales de cerebro y su actividad es fundamental para la supervivencia del individuo.
Cuando está lesionada desaparece la agresividad del individuo y su capacidad para mostrar miedo. Es una especie de síndrome de “Juan sin miedo”, que impide valorar si un estímulo es amenazador, y cómo se debe responder a él. Una vez que ha analizado el estímulo decide si la respuesta debe ser de agresividad o de miedo y envía señales al hipotálamo para que ponga en marcha los mecanismos de defensa. Por ejemplo, cuando un gato siente miedo, se le eriza el pelo y los músculos se tensan para preparar una posible huída. Los humanos también reaccionamos de forma involuntaria ante una situación de pánico: se nos acelera el ritmo cardíaco, se nos pone carne de gallina, sudamos, etc.
Un experimento reciente aporta nueva información sobre el papel de la amígdala ante la toma de decisiones arriesgadas. El experimento viene a ser una especie de “Quién quiere ser millonario” en ese momento clave en que hay que decidir si apostar por el premio gordo con el riesgo de perderlo casi todo, o plantarse con la mitad de ese premio gordo. El grupo de control, formado por personas con la amígdala sana, optaron por las opciones más conservadoras, mientras que los pacientes con la amígdala dañada eran mucho más propensos a las apuestas arriesgadas.
La conclusión es que la amígdala es el origen de las respuestas emocionales inconscientes y nos ayuda a ser más cautos. No solo está implicada en el procesamiento del miedo ante un peligro físico, sino que parece que también nos hace ser prudentes ante la posible pérdida de dinero. Es decir, la amígdala activa mecanismos para inhibir cualquier actuación cuyo resultado pueda ser adverso.
Sin embargo, no resulta fácil hacer extensible esta conclusión a otras actuaciones inconscientes de la amígdala, como cuando limita la respuesta sexual de una mujer. Según la neuropsiquiatra Louann Brizendine, autora del libro El cerebro femenino, “la mujer, para tener un orgasmo, debe desconectar la amígdala”, y añade: “Tienes que apagar la amígdala, que es el centro del temor y la ansiedad en el cerebro. La desactivas, es algo inconsciente, y tienes un orgasmo. Ayuda mucho apagar el móvil.”

http://alambique.aprenderapensar.net
Poder Personal
imagen willy gonzalez luna

Solo cuando somos dueños de nuestra energía, es decir cuando elegimos conscientemente que hacer con ella, somos capaces de vivir sanamente, de ser felices.

por Nicolas Tamayo

Entiendo el “poder personal” como la capacidad que cada uno tiene para ser creador de su propia vida, como la capacidad  para elegir conscientemente lo que queremos manifestar o experimentar.
Cada uno de nosotros maneja su propia energía. Somos libres de hacer con ella lo que queramos: darla, multiplicarla, usarla para sanar, hacerla fluir, estancarla, desperdiciarla. Lo que decidamos hacer con nuestra energía es lo que determina nuestro “poder personal”.
Gran parte de nosotros, por lo menos parcialmente, hemos depositado nuestro poder personal “afuera”. Le hemos dado nuestra energía, y por ende cedido nuestro poder, a lo que nos dijeron que somos, a las creencias impuestas, a las personas que nos rodean, a las figuras de autoridad, a nuestros padres, parejas etc. Resulta evidente que esta situación no puede sino jugarnos en contra, ya que estamos decidiendo y eligiendo que hacer con nuestra vida en función de aquello que posee nuestro poder personal.
El puente que une nuestra energía con nuestro poder personal son los pensamientos (que no son otra cosa que un tipo de energía). Es a través de lo que pensamos como cedemos nuestro poder. Esto ocurre porque tenemos miedo de tomar nuestras propias decisiones, porque no queremos responsabilizarnos de nuestra vida, o porque hay alrededor nuestro,  personas o situaciones dominantes que son vampiros energéticos y nos hacen, de una u otra forma, cederles nuestra energía.
El desafío es, en primer lugar, aceptar nuestro poder personal como una gran herramienta para vivir. Luego tendremos que identificar si nuestro poder personal nos pertenece  o si se lo hemos cedido a algo o a alguien, finalmente tenemos que hacer lo que sea necesario para recuperar nuestro poder (si es que lo hemos cedido)
Solo cuando somos dueños de nuestra energía, es decir cuando elegimos concientemente que hacer con ella, somos capaces de vivir sanamente, de ser felices. Nos será muy difícil experimentar felicidad si cada cosa que hacemos, decimos o pensamos va dirigido a complacer a un ente externo.
Recupera tu poder personal y ponte a crear siendo dueño de tu energía.
http://www.animalespiritual.com

El pecado como ajuste

Vídeo del capítulo 20. III. Un Curso de Milagros


Un Curso De Milagros

Capítulo 20

El pecado como ajuste

La creencia en el pecado es un ajuste. Y un ajuste es un cambio: una alteración en la percepción, o la creencia de que lo que antes era de una manera ahora es distinto. Cada ajuste es, por lo tanto, una distorsión, y tiene necesidad de defensas que lo sostengan en contra de la realidad. El conocimiento no requiere ajustes, y, de hecho, se pierde si se lleva a cabo cualquier cambio o alteración, pues eso lo reduce de inmediato a ser simplemente una percepción: una forma de ver en la que se ha dejado de tener certeza y donde se ha infiltrado la duda. En esta condición deficiente es necesario hacer ajustes porque la condición en sí no es verdad. ¿Quién necesita ajustarse a la verdad, si para ser entendida ésta sólo apela a lo que uno es?
Los ajustes, sean de la clase que sean, siempre forman parte del ámbito del ego. Pues la creencia fija del ego es que todas las relaciones dependen de que se hagan ajustes, para así hacer de ellas lo que él quiere que sean. Las relaciones directas, en las que no hay interferencia, él siempre las considera peligrosas. El ego se ha nombrado a sí mismo mediador de todas las relaciones, y hace todos los ajustes que cree necesarios y los interpone entre aquellos que se han de conocer, a fin de mantenerlos separados e impedir su unión. Esta planeada interferencia es lo que hace que te resulte tan difícil reconocer tu santa relación tal como es.
Los que son santos no interfieren en la verdad. No le tienen miedo, pues en la verdad es donde reconocen su santidad y donde se regocijan debido a lo que ven. La contemplan directamente, sin tratar de adaptarse a ella ni de que ella se adapte a ellos. Y así se dan cuenta de que se encontraba en ellos, al no haber decidido de antemano dónde debería estar. El hecho mismo de que ellos la busquen plantea una pregunta, y lo que ven es lo que les responde. Tú fabricas el mundo, y luego te adaptas a él y haces que él se adapte a ti. Y no hay ninguna diferencia entre él y tú en tu percepción, la cual os inventó a los dos.
Todavía queda una pregunta por contestar, la cual es muy simple. ¿Te gusta lo que has fabricado? Un mundo de asesinatos y de ataque por el que te abres paso tímidamente en medio de constantes peligros, solo y temeroso, esperando a lo sumo que la muerte se demore un poco antes de que se abalance sobre ti y desaparezcas. Todo eso son fabricaciones tuyas. Es un cuadro de lo que tú crees ser: de cómo te ves a ti mismo. Los asesinos están aterrorizados y los que matan tienen miedo de la muerte. Todas estas cosas no son sino los temibles pensamientos de aquellos que se amoldan a un mundo que se ha vuelto temible debido a los ajustes que ellos mismos hicieron. Y lo contemplan con pesar desde su propia tristeza interior, y ven la tristeza en él.
¿Te has preguntado alguna vez cómo es realmente el mundo y qué aspecto tendría si se contemplase con ojos felices? El mundo que ves no es sino un juicio con respecto a ti mismo. No existe en absoluto. Tus juicios, no obstante, le imponen una sentencia, la justifican y hacen que sea real. Ése es el mundo que ves: un juicio contra ti mismo, que tú mismo has emitido. El ego protege celosamente esa imagen enfermiza de ti mismo, pues ésa es su imagen y lo que él ama, y la proyecta sobre el mundo. Y tú te ves obligado a adaptarte a ese mundo mientras sigas creyendo que esa imagen es algo externo a ti, y que te tiene a su merced. Ese mundo es despiadado, y si se encontrase fuera de ti, tendrías ciertamente motivos para estar atemorizado. Pero fuiste tú quien hizo que fuese inclemente, y si ahora esa inclemencia parece volverse contra ti, puede ser corregida.
¿Quién, que se encuentre en una relación santa, podría seguir siendo no santo por mucho más tiempo? El mundo que ven los santos es uno con ellos, de la misma forma en que el mundo que ve el ego es semejante a él. El mundo que ven los santos es hermoso porque lo que ven en él es su propia inocencia. Ellos no le impusieron lo que tenía que ser, ni hicieron ajustes para que se amoldase a sus mandatos. Simplemente le preguntaron con un leve susurro: "¿Qué eres?" Y Aquel que cuida de toda percepción les respondió. No aceptes los juicios del mundo como la respuesta a la pregunta: "¿Qué soy?" El mundo cree en el pecado, pero la creencia que lo fabricó tal como tú lo ves no se encuentra fuera de ti.
No procures que el Hijo de Dios se adapte a su demencia. En él reside un extraño que, mientras vagaba sin rumbo, entró en la morada de la verdad, mas tal como vino así se irá. Vino sin ningún propósito, pero no podrá permanecer ante la radiante luz que el Espíritu Santo te ofreció y que tú aceptaste. Pues bajo esa luz el extraño se queda sin hogar y a ti se te da la bienvenida. No le preguntes a ese transeúnte: "¿Qué Soy?" Él es la única cosa en todo el universo que no lo sabe. Sin embargo, es a él a quien se lo preguntas, y es a su respuesta a la que deseas amoldarte. Este pensamiento torvo y ferozmente arrogante, y, sin embargo, tan ínfimo y carente de significado que su pasar a través del universo de la verdad ni siquiera se nota, se vuelve tu guía. A él te diriges para preguntarle el significado del universo. Y a lo único que es ciego en todo el universo vidente de la verdad le preguntas: "¿Cómo debo contemplar al Hijo de Dios?"
¿Se le puede pedir que emita juicios a lo que está desprovisto de todo juicio? Y si ya lo has hecho, ¿creerías la respuesta que te da y te ajustarías a ella como si fuese cierta? El mundo que ves a tu alrededor es la respuesta que te dio, y tú le has conferido el poder de hacer los ajustes necesarios en el mundo para que su respuesta sea cierta. Le preguntaste a ese soplo de locura que te explicase el significado de tu relación no santa, e hiciste que ésta se ajustase a su descabellada respuesta. ¿Te hizo eso feliz? ¿Te reuniste acaso jubilosamente con tu hermano para bendecir al Hijo de Dios y darle las gracias por toda la felicidad que os ha brindado? ¿Has reconocido acaso a tu hermano como el eterno regalo que Dios te dio? ¿Has visto la santidad que irradia en cada uno de vosotros para bendecir al otro? Ése es el propósito de tu relación santa. No le preguntes cuáles son los medios necesarios para su consecución a la única cosa que haría todo lo posible para que siguiese siendo no santa. No le otorgues el poder de adaptar los medios al fin.
Los que llevan años aprisionados con pesadas cadenas, hambrientos y demacrados, débiles y exhaustos, con los ojos aclimatados a la obscuridad desde hace tanto tiempo que ni siquiera recuerdan la luz, no se ponen a saltar de alegría en el instante en que se les pone en libertad. Tardan algún tiempo en comprender lo que es la libertad. Andabas a tientas en el polvo y encontraste la mano de tu hermano, indeciso de si soltarla o bien asirte a la vida por tanto tiempo olvidada. Agárrate aún con más fuerza y levanta la vista para que puedas contemplar a tu fuerte compañero, en quien reside el significado de tu libertad. Él parecía estar crucificado a tu lado. Sin embargo, su santidad ha permanecido intacta y perfecta, y, con él a tu lado, este día entrarás en el Paraíso y conocerás la paz de Dios.
Eso es lo que mi voluntad dispone para ti y para tu hermano, y para cada uno de vosotros con respecto al otro y con respecto a sí mismo. Ahí sólo se puede encontrar santidad y unión sin límites. Pues ¿qué es el Cielo sino unión, directa y perfecta, y sin el velo del temor sobre ella? Ahí somos uno, y ahí nos contemplamos a nosotros mismos, y el uno al otro, con perfecta dulzura. Ahí no es posible ningún pensamiento de separación entre nosotros. Tú que eras un prisionero en la separación eres ahora libre en el Paraíso. Y allí me uniré a ti, que eres mi amigo, mi hermano y mi propio Ser.
El regalo que le has hecho a tu hermano me ha dado la certeza de que pronto nos uniremos, Comparte, pues, esta fe conmigo, y no dudes de que está justificada. En el amor perfecto no hay cabida para el miedo porque el amor perfecto no conoce el pecado y sólo puede ver a los demás como se ve a sí mismo. Si mira dentro de sí mismo con caridad, ¿qué podría inspirarle temor afuera? Los inocentes ven seguridad, y los puros de corazón ven a Dios en Su Hijo y apelan al Hijo para que él los guíe al Padre. ¿Y a qué otro lugar querrían ir, sino allí donde anhelan estar? Tú y tu hermano os conduciréis el uno al otro hasta el Padre tan irremediablemente como que Dios creó santo a Su Hijo y así lo conservó. En tu hermano se encuentra la luz de la eterna promesa de inmortalidad que Dios te hizo. No veas pecado en él, y el miedo no podrá apoderarse de ti.
acimi.com

Noticias del Mundo

El hundimiento del sistema monetario fiduciario occidental podría haber comenzado. China, Rusia y la aparición de las monedas respaldadas e...