jueves, 31 de julio de 2014

La llegada del Invitado

Vídeo del capítulo 29. II. Un Curso de Milagros


Un Curso De Milagros

Capítulo 29

La llegada del Invitado

¿Cómo no ibas a percibir como liberación del sufrimiento el darte cuenta de que eres libre? ¿Por qué no habrías de aclamar a la verdad en vez de considerarla un enemigo? ¿Por qué razón te parece arduo, escabroso y demasiado difícil de seguir una senda que es fácil y que está tan claramente marcada que es imposible perderse? ¿No será acaso porque consideras que es el camino al infierno en vez de una manera sencilla de encontrarte en el Cielo y en Dios que no exige ni sacrificios ni pérdidas? Mientras no te des cuenta de que no renuncias a nada y de que es imposible perder, habrá veces en que te arrepentirás de haber elegido este camino. Y no verás los muchos beneficios que tu decisión te ha aportado. No obstante, aunque tú no los veas, están ahí. Su causa ya los produjo, y los efectos tienen que estar allí donde su causa ha hecho acto de presencia.
Has aceptado la causa de la curación. Por lo tanto, debes haber sanado. Y al haber sanado, debes ahora también poseer el poder de sanar. El milagro no es un incidente aislado que ocurre de repente como si se tratase de un efecto sin causa. Ni tampoco es en sí una causa. Pero allí donde está su causa, allí tiene que estar el milagro. Ahora ha sido causado, aunque aún no se perciba. Y sus efectos se encuentran ahí, aunque aún no se vean. Mira dentro de ti ahora, y no verás motivo alguno para estar arrepentido, sino razones para sentir un gran regocijo y para abrigar esperanzas de paz.
Todo esfuerzo de encontrar esperanzas de paz en un campo de batalla ha sido en vano. Ha sido fútil pedirle a lo que se concibió precisamente para que perpetuase el pecado y el dolor que te ayude a escapar de ellos. Pues el dolor y el pecado son la misma ilusión, tal como el odio y el miedo, y el ataque y la culpabilidad son uno. Allí donde no tienen causa, sus efectos desaparecen, y el amor llega dondequiera que ellos no estén. ¿Por qué no estás contento? Te has librado del dolor y de la enfermedad, de la aflicción y de la pérdida, así como de todos los efectos del odio y del ataque. El dolor ya no es tu amigo ni la culpabilidad tu dios. Por lo tanto, dale la bienvenida a los efectos del amor.
Tu Invitado ha llegado. Tú lo invitaste y Él vino. No lo oíste entrar porque la bienvenida que le diste no fue total. Sus dones, no obstante, llegaron con Él. Él los ha depositado a tus pies, y ahora te pide que los contemples y los consideres tuyos. Él necesita tu ayuda para dárselos a todos los que caminan por su cuenta, creyendo estar solos y separados. Ellos sanarán cuando tú aceptes tus dones, pues tu Invitado le dará la bienvenida a todo aquel cuyos pies hayan tocado la tierra santa que tú pisas y donde Él ha puesto Sus dones a su disposición.
No te das cuenta de cuánto puedes dar ahora como resultado de todo lo que has recibido. No obstante, Aquel que vino sólo está a la espera de que vayas allí adonde lo invitaste. No hay ningún otro lugar donde Él pueda encontrarse con Su anfitrión o Su anfitrión con Él. Ni tampoco hay ningún otro lugar donde se puedan obtener Sus dones de paz y dicha, así como toda la felicidad que brinda Su Presencia. Pues Sus dones se hallan allí donde se encuentra Aquel que los trajo Consigo para dártelos. No puedes ver a tu Invitado, pero puedes ver los dones que trajo. Y cuando los contemples, aceptarás que Él debe estar ahí. Pues lo que ahora puedes hacer no podrías haberlo hecho sin el amor y la gracia que emanan de Su Presencia.
Ésta es la promesa del Dios viviente: que Su Hijo viva, que toda criatura viviente forme parte de él y que nada más viva. Aquello a lo que tú has dado "vida" no está vivo, y sólo simboliza tu deseo de vivir separado de la vida, de estar vivo en la muerte, y de percibir a ésta como si fuese la vida, y al vivir, como la muerte. Aquí las confusiones se suceden una tras otra, pues este mundo se basa en la confusión y en nada más. Su base es inmutable, si bien parece estar cambiando continuamente. Mas ¿qué podría ser eso, sino lo que realmente significa el estado de confusión? Para los que están confundidos la estabilidad no tiene sentido, y la variación y el cambio se convierten en la ley por la que rigen sus vidas.
El cuerpo no cambia. Representa el sueño más amplio de que el cambio es posible. Cambiar es alcanzar un estado distinto de aquel en el que antes te encontrabas. En la inmortalidad no hay cambios, y en el Cielo se desconocen. Aquí en la tierra, no obstante, los cambios tienen un doble propósito, pues se pueden utilizar para enseñar cosas contradictorias. Y esas cosas son un reflejo del maestro que las enseña. El cuerpo puede parecer cambiar con el tiempo, debido a las enfermedades o al estado de salud, o a eventos que parecen alterarlo. Mas esto sólo significa que la mente aún no ha cambiado de parecer con respecto a cuál es el propósito del cuerpo.
La enfermedad es la exigencia de que el cuerpo sea lo que no es. Su insubstancialidad, no obstante, garantiza que no puede enfermar. En tu exigencia de que sea más de lo que es radica la idea de la enfermedad. Pues dicha exigencia requiere que Dios sea menos de lo que realmente es. ¿Qué va a ser de ti, entonces, si es a ti a quien se le exige el sacrificio? Pues a Dios se le informa que parte de Él ya no le pertenece. Y a Él no le queda otro remedio ahora que sacrificar tu ser y, como resultado de Su sacrificio, tú te engrandeces y Él se empequeñece al perderte a ti. Y lo que ya no le pertenece, se convierte en tu dios y te impide ser parte de Él.
El cuerpo al que se le pide ser un dios es vulnerable al ataque, ya que su insubstancialidad no se reconoce. Y así, parece ser algo con poder propio. Al ser algo, se puede percibir, y también se puede pensar que siente y actúa, y que te tiene prisionero en su puño. Y puede que no llegue a ser lo que le exigiste que fuese. Y lo odiarás por su insignificancia, sin darte cuenta de que el fracaso no se debe a que sea menos de lo que tú crees que debe ser, sino sólo a que no te has dado cuenta de que no es nada. No obstante, en el hecho mismo de que no es nada reside tu salvación, de la cual quieres huir.
En cuanto que "algo", se le pide al cuerpo que sea el enemigo de Dios, y que reemplace lo que Dios es con pequeñez, tentaciones y desesperanza. Es Su pérdida lo que celebras cuando consideras al cuerpo algo que amas o algo que odias. Pues si Dios es la Suma de todo, entonces lo que no está en Él no existe, y en Su compleción radica la insubstancialidad del cuerpo. Tu salvador no ha muerto ni tampoco mora en lo que se edificó para ser un templo a la muerte. Él vive en Dios, y esto, y sólo esto, es lo que lo convierte en tu salvador. La insubstancialidad de su cuerpo libera al tuyo de la enfermedad y de la muerte. Pues lo que te pertenece a ti no puede ser ni más ni menos que lo que le pertenece a él.
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