martes, 29 de julio de 2014

El error como camino
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por Nicolas Tamayo
Quienes nos hemos propuesto limpiarnos de todo aquello que nos impida ser felices, a menudo nos “culpamos” cuando cometemos el “error” de tener actitudes negativas. Sentimos que al enojarnos, odiar o culpabilizar a otros estamos frente a un gran retroceso en lo que llamamos “camino espiritual”. Sin embargo, creo que esas emociones negativas, esos pensamientos inarmónicos no nos alejan del “camino”, sino que más bien constituyen parte del camino.
Cuando pasa algo que te hace enojar, algo que te molesta al punto de querer gritarle a la persona que tienes al lado, estás frente a una maravillosa oportunidad de darte cuenta de que aún te falta para dominar tus reacciones completamente. En ningún caso es un retroceso, sino más bien un indicador de como vamos.
Lo avanzado, lo ganado, lo aprendido y lo recordado ya es parte de nosotros. Si aún quedan vestigios de actitudes dañinas, tomémoslas como una señal de por donde continuar trabajándonos. No es útil culparnos o recriminarnos por cometer estas “equivocaciones”, a fin de cuentas elegimos el camino humano y debemos aceptar está decisión con todo lo que ser humano implica.
Entonces, no te culpes, agradece cada paso del camino, todos y cada uno. Que cada pequeña acción vaya siendo cada vez más luminosa, pero si un poco de oscuridad surge en tus respuestas, acéptala como el maestro que es.


"Quien controla la información, controla el pensamiento y quien controla el pensamiento controla la voluntad del hombre dormido".
Vivir en la mentira o auto-engañado es antiético y deviene en corrupción.
La vida del hombre común (normal) ya no le pertenece, no es suya, el control de ésta ha pasado a manos de terceros, esto quiere decir que ya no vive su propia vida, vive una vida que ha sido previamente planificada y trazada por una élite de poder, sus temores, gustos, aficiones, pasiones, creencias, supersticiones, motivaciones, también han sido moldeadas para poder conquistar su Espíritu, la diferencia entre el esclavo y el hombre "moderno", es que éste no ha percibido su condición porque su Esencia ha sido maniatada y transformada en alma ajena.
El principio de corrupción está en el interior de cada uno de nosotros, la continuidad de un sistema basado en la perversión de la conducta humana debería hacernos reflexionar sobre la deriva de los hechos que se van sucediendo en el transcurso de nuestras "vidas" y que inevitablemente nos afectan en mayor o menor medida. La capacidad de reacción e influir como actores activos y determinantes sobre los acontecimientos vendría precedida por la conciencia del presente, la facultad para entender lo que sucede en nuestro entorno externo e interno es esencial para proyectarnos y ejercer nuestra verdadera voluntad de acción hacia el devenir como respuesta al condicionamiento de los deseos que fabrica la propaganda del sistema que nos mantiene como actores pasivos sin voluntad ni conciencia real, sumisos sin poder desarrollarnos plenamente como Seres decisivos y capaces de decidir lo que realmente queremos hacer a lo largo de la totalidad de nuestra existencia.
C. E.

Vídeo del capítulo 28. VII. Un Curso de Milagros: El arca de seguridad.

Un Curso De Milagros

Capítulo 28

El arca de seguridad

Dios no pide nada, y Su Hijo, al igual que Él, no necesita pedir nada pues no le falta nada. Un espacio vacío, o una diminuta brecha, sería una insuficiencia. Y sólo ahí podría él querer tener algo que no tiene. Un espacio donde Dios no se encuentra o una brecha entre Padre e Hijo no es la Voluntad de ninguno de los dos, que prometieron ser uno solo. La promesa de Dios es una promesa que Él se hizo a Sí Mismo, y no hay nadie que pudiese ser desleal a lo que Su Voluntad dispone como parte de lo que Él es. La promesa de que no puede haber brecha alguna entre Él y lo que Él es no puede ser falsa. ¿Qué otra voluntad podría interponerse entre lo que no puede sino ser uno solo y en Cuya Plenitud no puede haber brecha alguna?
La hermosa relación que tienes con todos tus hermanos es parte de ti porque es parte de Dios Mismo. ¿Cómo no ibas a enfermar si te niegas a ti mismo tu plenitud, tu salud, tu Fuente de ayuda, la Llamada a impartir curación y la Llamada a curar? Tu salvador espera la curación y el mundo espera con él. Y tú no estás excluido, pues la curación o bien será una sola o bien no tendrá lugar en absoluto, ya que en el hecho de que es una radica la curación. ¿Qué podría corregir a la separación sino su opuesto? No hay términos medios en ningún aspecto de la salvación. O bien la aceptas completamente o bien no la aceptas en absoluto. Lo que no está separado tiene que estar unido. Y lo que está unido no puede estar separado.
O bien hay una brecha entre tu hermano y tú, o bien sois uno y lo mismo. No hay nada entremedias, ninguna otra opción, ni ninguna lealtad que se pueda dividir entre esas dos posibilidades. Una lealtad dividida significa que le eres infiel a ambas posibilidades, lo cual no hace sino ponerte a dar tumbos, sin que de quede otro remedio que agarrarte a cualquier brizna de paja que parezca ofrecerte apoyo. Mas ¿quién puede edificar su hogar sobre pajas y esperar que le proteja del viento? Ése es el tipo de hogar que se puede hacer del cuerpo porque no está cimentado en la verdad. Sin embargo, por esa misma razón puede verse que no es tu hogar, sino simplemente un medio para ayudarte a llegar al Hogar donde Dios mora.
Cuando ése se vuelve tu propósito, el cuerpo se cura, pues no se le utiliza para dar testimonio del sueño de separación y enfermedad. Tampoco se le culpa fútilmente por lo que no hizo. Su propósito es ayudar a que el Hijo de Dios sane, y, debido a ello, no puede enfermar. No se une a ningún propósito que tú no hayas aceptado, y tú has elegido que no esté enfermo. Todos los milagros se basan en esta decisión, y se te conceden en el mismo instante en que la tomas. Ninguna forma de enfermedad está excluida de dicha decisión porque la decisión no puede tomarse en función de la forma. La decisión de estar enfermo parece ser una decisión entre diferentes formas de enfermedad. Sin embargo, la enfermedad es una sola, al igual que su opuesto. Por consiguiente, o estás enfermo o estás sano.
Pero nunca tú Solo. Este mundo no es más que el sueño de que puedes estar solo y de que puedes pensar sin que ello afecte a los que están separados de ti. Estar solo significa que estás separado, y si lo estás, no puedes sino estar enfermo. Esto parece probar que definitivamente estás separado. No obstante, lo único que significa es que has tratado de mantener la promesa de serle fiel a la infidelidad. Mas la infidelidad significa enfermedad. Es como la casa edificada sobre pajas. De por si par e ser muy sólida y real. Su estabilidad, no obstante, no se puede juzgar sin tomar en consideración sus cimientos. Si descansa sobre pajas, de nada sirve atrancar las puertas, cerrar las ventanas o correr los cerrojos. El viento la derrumbará, y las lluvias la azotarán y la arrastrarán al olvido.
¿Qué sentido tiene buscar refugio en lo que se construyó precisamente para fomentar el peligro y el miedo? ¿Por qué recargarlo con más cerraduras, cadenas o pesadas anclas, cuando su debilidad no reside en ello mismo, sino en la fragilidad de la brecha insubstancial sobre la que se erige? ¿Qué seguridad te puede ofrecer algo que descansa sobre una sombra? ¿Edificarías tu casa sobre algo que pudiera derrumbarse con el peso de una pluma?
Tu hogar está edificado sobre la salud de tu hermano, sobre su felicidad e impecabilidad*, así como sobre todo lo que su Padre le prometió. Ningún pacto secreto que hayas hecho en lugar de eso ha estremecido en lo más mínimo los Cimientos de este hogar. El viento podrá soplar sobre él y la lluvia azotarlo, pero sin consecuencia alguna. El mundo será arrastrado, pero este hogar permanecerá en pie para siempre, pues su fuerza no reside sólo en él. Es un arca de seguridad, que descansa sobre la promesa que Dios le hizo a Su Hijo de que él siempre moraría a salvo en Él. ¿Que brecha podría interponerse entre la seguridad de este refugio y su Fuente? Desde aquí se puede ver al cuerpo como lo que es, sin atribuirle más o menos valor del que tiene como medio para liberar al Hijo de Dios a fin de que pueda regresar a su hogar. Y con este santo propósito se convierte por un tiempo en un hogar de santidad, ya que comparte la Voluntad de tu Padre contigo.
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