jueves, 6 de diciembre de 2018

EL ESTADO COMO PROPIEDAD PRIVADA

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Son muchos los autores que han dado una definición de lo que es el Estado, y aunque difieren unos de otros, la mayor parte coinciden en ver el Estado como un poder regido por normas que controla una sociedad. No voy a entrar aquí sobre qué definición sería la más adecuada, pero desde un punto de vista estrictamente antropológico, una sociedad se considera Estado cuando aparece la figura del funcionario que, básicamente, en un principio fue un administrador de bienes públicos como los sacerdotes que administraban los cereales ofrecidos a los dioses en la antigua Mesopotamia.
En la actualidad, la concepción de Estado y sus atribuciones varían dependiendo del país y su situación geoestratégica.  Una diferencia esencial del concepto de Estado entre países democráticos y los que no lo son, es que en los países considerados democráticos la administración de los bienes públicos es regulada por Gobiernos elegidos por la mayoría, confiando la sociedad en que los políticos elegidos vayan a realizar una gestión pública que favorezca los intereses sociales, acorde con lo que acostumbran a predicar en sus mítines preelectorales.  Por supuesto que en estos casos las normas jurídicas tienden, o tendían,  a proteger a los ciudadanos contra los abusos de poder y no lo contrario.
La frase atribuida a Luis XIV de Francia “el Estado soy yo” es una forma de entender el Estado más propia de dictaduras, donde las oligarquías imponen sus intereses a la sociedad mediante sometimiento por la fuerza.  En estos casos el Estado puede considerarse formalmente una propiedad privada, porque esas oligarquías que ostentan el poder pueden hacer uso de los bienes “públicos” sin darle explicaciones a nadie, además de usar a las personas como meros objetos de especulación restringiendo sus derechos, llegando incluso al extremo de anular derechos completamente mediante sus “leyes” que con frecuencia ni siquiera son necesarias porque, teniendo el monopolio del Poder Judicial, en la práctica da igual que existan leyes como que no existan.
Aunque España es considerada un país democrático, según la actuación de sus políticos, especialmente los que son conocidos miembros del Opus Dei, parece más bien que el Estado y sus bienes sean una propiedad privada. Basta resaltar algunos ejemplos:
Además de las numerosas evidencias de dominio público que demuestran que los políticos del Opus Dei actúan como si el Estado fuese de su propiedad, habría que añadir otros muchos  abusos que no salen a la luz y que en parte han sido denunciados en el excelente artículo de Cristina Sánchez sobre La Cuarta planta de la clínica del Opus.  Concretamente puedo dar mi testimonio de como miembros del Opus Dei llevan décadas acosándome usando tecnologías prohibidas, y que, por su forma de hablar, al parecer, el Estado es “suyo” y la ley es cosa de “tontos que se lo creen”.   Todo esto lo describo con más detalle en mi libro Naturaleza Criminal del Opus Dei. Mi exilio en Suecia me permite constatar que la existencia de organizaciones criminales en forma de lobbies con acceso a los poderes del Estado no es un problema endémico de España.  El sueco Magnus Olsson, en un programa de RT sobre neurociencias, denuncia que distintos Estados experimentan con ciudadanos como si fuesen conejillos de indias sin que la opinión pública sea informada de esto, de la misma forma que los políticos de la UE han hecho pactos en secreto que perjudicaban a las sociedades de los países que representaban.
En la entrevista con Cristina Sánchez, yo denunciaba que en Suecia sufría acosos también por parte de españoles y suecos. Me parece interesante mencionar una voz sueca femenina que sonaba algo “cascada” como de una mujer más bien mayor.  Voy a profundizar un poco sobre esta mujer para que se entienda mejor la psicología de estos criminales. Su voz es muy parecida a la voz de una fiscal que me llamó por teléfono en el año 2002 para comunicarme que dos muchachos de Nynäshamn, que por cierto me superaban con creces en altura, me habían denunciado porque me tenían “mucho miedo”. En su denuncia decían que yo estaba tan borracho que casi no podía andar, para continuar afirmando que arrastré a uno de ellos más de 10 metros. Solo los que creen en milagros podrían creer que alguien que casi no puede andar pueda arrastrar casi 100 kg 10 metros, especialmente si ven mi físico que no es en absoluto de constitución fuerte. La fiscal, en lugar de denunciarlos por calumnias decidió perseguirme a mí en lugar. Esta denuncia falsa coincide con los métodos de acoso descritos sobre denuncias falsas mencionadas en el artículo sobre La cuarta planta de la clínica del Opus.  Aunque nunca llegué a ver a esta mujer, porque el fiscal que se presentó en el juicio fue un hombre, hay algo que me hace identificarla y que me hace pensar que casi con toda seguridad es la misma que me “pincha la cabeza” y es su forma “beata” de hablar. Al decir beata no me refiero a palabras religiosas sino al tono, similar al de beatos del Opus que he conocido que pretenden dar la imagen de una “inmensa bondad”. Su tono y forma de hablar la podría definir como la “santidad personificada”.
He hecho especial referencia a esta mujer sueca, porque al igual que algunos de sus colegas de acoso, pretenden hacerme creer que están realizando una misión para el Estado y con esto justifican esta vejación continuada que en ocasiones es especialmente desagradable, como por ejemplo al hablarme cuando estoy en el baño, algo que siempre he vivido como una humillación sin la menor posibilidad de defensa. A diferencia de los españoles no se burlan de mí, pero en cambio me amenazan si ofrezco resistencia a aceptarlos en mi cerebro, en esto coinciden con los españoles. Lo cierto es que tanto Magnus Olsson como yo, como probablemente tantos otros en Suecia y en España, estamos indefensos ante unos abusos de semejante calibre, inconcebible para muchos, y sin posibilidad de defensa. La mejor prueba es que M. Olsson ha sido invitado a RT pero no tengo noticia de que haya sido invitado a la televisión sueca.
Este conjunto de conductas gravísimas por parte de quienes pretenden ser el Estado, muestra que intereses particulares deciden sobre nuestras vidas poniéndolas en peligro, con una opacidad impresentable que da lugar al lucro y a las violaciones más odiosas y cobardes imaginables a costa del dinero de todos.
Aunque muchos consideran a Suecia un país ejemplar, y en muchos aspectos Suecia es todavía admirable, hay algunas cosas deplorables que Suecia tiene en común con España como, por ejemplo:
  1. Control y manipulación de los medios de comunicación de gran alcance.
  2. Privatizaciones del sector público. (CAPIO se ha hecho con la sanidad de casi todo Estocolmo)
  3. Existencia de denuncias de víctimas de tecnologías basadas en neurociencias.
  4. Se permite a políticos ser jueces.
  5. No hay control sobre sectas peligrosas.
  6. Impunidad de la corrupción.
  7. Alineación incondicional con los lobbies que controlan USA
  8. Etc. etc.
Va siendo hora de que todos los ciudadanos tengan algo de consciencia sobre qué es el Estado. Si partimos del principio de que tenemos una democracia y el Estado somos todos los que pagamos impuestos, no se puede permitir que algunos delincuentes utilicen esos inmensos recursos para beneficio propio y de forma opaca, como ha estado haciendo hasta ahora el Opus Dei y sus colegas de los lobbies que controlan las “democracias” occidentales.
P.D. Las palabras subrayadas son enlaces a fuentes de información.

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