viernes, 4 de diciembre de 2015

Salvador Freixedo
LOS AZTECAS TENÍAN TAMBIÉN UN “ARCA DE LA ALIANZA”
Continuando con el paralelo entre los pueblos azteca y judío, diremos que:
-Tanto Yahvé como Huitzilopochtli exigían a sus pueblos sacrificios de sangre. Entre los hebreos la sangre era de animales, pero entre los aztecas esta era, muy frecuentemente, humana, como la que se derramó en la dedicación del gran templo de Tenochtitlán. Según los historiadores, se sacrificaron varios miles de prisioneros, abriéndoles el pecho de un tajo y arrancándoles el corazón todavía latiendo, para ofrecérselo a Huitzilopochtli. Yahvé a primera vista no llegaba a tanta barbarie, pero parece que, a veces, acariciaba la idea. Recordemos si no, el abusivo sacrificio que le exigió a Abraham de su hijo Isaac y que solo a última hora impidió, y el menos conocido de la hija de Jefté. Este caudillo israelita le había prometido a Yahvé que mandaría sacrificar al primer ser viviente que se le presentase a la vuelta al campamento, si le concedía la victoria sobre los ammonitas. Cuando volvía victorioso de la batalla, la primera que le salió al encuentro para felicitarle fue su propia hija. Y Yahvé, que con tanta facilidad se comunicaba con su pueblo, no dijo nada y permitió que Jefté cumpliese su bárbara promesa. Y este no es el único ejemplo de este tipo.
Para no extendernos demasiado, omitimos los auténticos ríos de sangre que Yahvé causó con las continuas batallas a las que forzó a su pueblo durante tantos años; ríos de sangre que a veces provenían exclusivamente de su “pueblo escogido” cuando se “encendía su ira”, cosa que sucedía con bastante frecuencia.
-Tanto Yahvé como Huitzilopochtli abandonaron de una manera inexplicable a sus pueblos cuando estos más los necesitaban. Yahvé –que ya estaba bastante escondido desde hacía varios siglos— desapareció repentinamente a la llegada de los romanos a Palestina, y Huitzilopochtli hizo lo mismo cuando llegaron los españoles; y a partir de entonces, la identidad de los aztecas como pueblo, se ha ido disolviendo en el variadísimo mestizaje de la gran nación mexicana. (Decir que desaparecieron es una manera de hablar. No me cabe duda que, lejos de desaparecer, tomaron otras apariencias y pusieron en marcha nuevas estrategias, más acordes con los cambios sociopolíticos).
-Como no podía ser menos, ambos pueblos fueron instruidos detalladamente de cómo habían de construir un gran templo en el lugar donde se instalasen definitivamente. Este es otro “detalle” que, como más adelante veremos, ha sido básico en todas las apariciones religiosas a lo largo de los siglos.
-Por si todos estos paralelos no fuesen suficientes, nos encontramos todavía con otro que le confieso al lector que a mí me hizo tremenda impresión cuando lo encontré, ingenuamente relatado por fray Diego Durán, uno de los muchos frailes franciscanos que escribieron las crónicas de los primeros tiempos del descubrimiento de las Américas, basadas en lo que los propios indios les contaban.
El buen fraile, en su relato de las creencias de los antepasados de los aztecas, nos cuenta –por supuesto, con una cierta lástima por el paganismo demoníaco al que se hallaban sometidos aquellos pueblos—, que cuando el pueblo avanzaba hacia el sur, siguiendo siempre a la gran águila blanca que los conducía desde el cielo, “lo primero que hacían al llegar a un lugar, era construir un pequeño templo para depositar en él el arca que transportaban, mediante la cual se comunicaban con su dios”.
Este detalle de llevar también un arca o arqueta, igual que los hebreos, y de considerarla de gran importancia, pues era el vínculo que tenían con su protector, fue algo que me sumió en profundas reflexiones y me hizo llegar a la conclusión de que algunos de estos “espíritus malignos que están en las alturas”, como dice san Pablo, tienen gustos muy afines. Y puede ser que no solo gustos sino también necesidades cuando están en nuestro mundo o en nuestra dimensión, donde no pueden actuar tan libremente como cuando están en su elemento. En el último medio siglo se ha escrito mucho sobre qué podría ser el arca de la alianza. El extraordinario investigador L. Boulay en su magnífico libro “Flying Dragons and Serpents” llega a la conclusión de que el arca de los hebreos era un instrumento eléctrico, como una especie de altavoz que Yahvé tenía para comunicarse con Moisés.
-Otro paralelo entre los dioses de estos dos pueblos es que a los dos les gustaba “el cambio de nombres”: Abram-Abraham, Sarai-Sara, Jacob-Israel. Y parece que Huitzilopochtli tenía la misma inclinación. Pero no solo eso sino que el Moisés azteca –que según el escritor mexicano, Pedro Ferriz, era el único que hablaba con Huitzilopochtli— se llamaba Meshi, y su hermana ¡porque, igual que Moisés, también tenía una influyente hermana! llamada Malínal. Pues bien, fonéticamente, Meshi se parece mucho a Moshe o Moses –Moisés es la versión fonética castellana— y Malínal a María, que era el nombre de la hermana de Moisés. Y si de tiempos pasados volvemos a nuestros días, vemos que, curiosamente, esta misma característica la encontramos en los modernos tripulantes de los ovnis que, con frecuencia, le cambian el nombre a sus contactados. (A los supuestos iniciados en algún rito o escuela también les suelen cambiar el nombre y dan para ello explicaciones trascendentes, pero eso no viene al caso).
-Como último paralelo podríamos añadir lo siguiente: Si el Yahvé de los judíos tuvo su contrapartida americana en Huitzilopochtli, el Jesucristo israelita, en cierta manera reformador de los mandamientos de Yahvé, tuvo su contrapartida en Quetzalcoatl, el mensajero de Dios, instructor y salvador del pueblo azteca que, igual que Jesús, apareció en este mundo de una manera un tanto misteriosa, fue aparentemente un hombre como él, y como él se fue de la tierra de una manera igualmente extraña, prometiendo ambos que algún día volverían.
Hasta aquí este resumen de los paralelos entre el pueblo judío y el azteca, y sus respectivos dioses protectores. Hay que decir que coincidencias similares las encontramos en gran abundancia en otros pueblos de la Tierra, muy distantes en el tiempo y en el espacio. Otro gran misterio, a pesar de todas las explicaciones racionales. (Del libro “Defendámonos de los dioses”, Ed. Algar, Madrid, 1984).
Pie de foto: Los conquistadores españoles encontraron una ciudad impresionante, según refieren en su comunicado al rey de España.
Salvador Freixedo
UN EJEMPLO MODERNO DE LA INGERENCIA DE LOS DIOSES
Hemos estado hablando de la manipulación mental a la cual la humanidad ha estado sometida a través de las religiones en tiempos pasados. Hoy mostraremos cómo en tiempos modernos este control continúa, no solo por los credos clásicos, sino por los que han seguido apareciendo, como es el caso de los mormones, cuyo nombre oficial es Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
En este caso no se trata de hechos difuminados por el paso de los siglos –tal como sucedía con los hebreos y aztecas—sino de un hecho casi contemporáneo nuestro y perfectamente documentado e incluso notarizado. De él podemos tener menos dudas que de otros muchos que son admitidos como históricos.
Joseph Smith era un pobre y humilde campesino, que allá por el año 1823 vivía en el estado de Nueva York, cerca de la actual ciudad de Elmira. Un día, cuando se hallaba dedicado a la oración, mientras hacía un alto en su labor de arada en la heredad paterna, vio cómo delante de él tomaba forma una figura luminosa que dijo ser el ángel Moroni. Este ser siguió apareciéndosele en días sucesivos y lo fue instruyendo acerca de lo que en el futuro debería hacer, sobre todo, en relación con sus ideas religiosas, que quería que fuese diseminando entre sus familiares y vecinos.
El ángel Moroni le dijo que le iba a entregar una especie de tablas de oro escritas en caracteres antiguos –que él le enseñaría a descifrar— en las que estaba escrita la historia antigua de los pueblos llegados de Europa y que habían habitado Norteamérica, y las creencias que tanto él como sus seguidores deberían adoptar en adelante.
El misterioso ser cumplió su palabra y un buen día le dijo que debajo de cierta piedra, en el campo, encontraría las tablas o láminas de oro; que podía llevárselas durante un tiempo para traducirlas y dárselas a investigar a peritos para que atestiguasen su existencia. Así lo hizo J. Smith, y no solo en una sino en dos ocasiones se levantó acta ante notario y más de diez testigos, de la existencia y pormenores de dichas tablas, describiéndolas en detalle en cuanto a peso, forma y número de ellas y su contenido.
En ambos testimonios escritos –que se guardan como algo sagrado en el templo central de la Iglesia mormona en UTA—, se hace constar que dichas tablas fueron examinadas por expertos y especialistas en metales y que todos estuvieron de cuerdo en que eran de oro puro, y que si se hubieran de cotizar según el precio corriente del metal, tendrían un gran valor.
Tal como le había dicho “el ángel”, y una vez traducidas, Joseph Smith las colocó en el sitio donde le había dicho su celestial confidente, y ya nunca más las volvió a ver. El contenido de dichas tablas es lo que constituye la mayor parte de las “sagradas escrituras” de la iglesia mormona, puestas por escrito en “El libro del mormón”, que puede ser adquirido en cualquier librería.
Asegurado el joven campesino en sus creencias con todas las apariciones, de las que no podía tener duda alguna, y auxiliado por todas las personas que fueron igualmente testigos de estos y otros hechos paranormales, comenzó extender su nueva religión.
Posteriormente veremos cómo en el movimiento religioso de Joseph Smith se cumple una de las leyes a las que los dioses se atienen cuando lanzan una nueva religión: en este caso particular, se la entroncó con el ya existente movimiento o pensamiento cristiano, aunque se le hizo tomar un nuevo rumbo “renovador”, desde el punto de vista de los mormones, pero “herético” desde la ortodoxia cristiana.
Sin embargo, lo que ahora nos interesa y el objeto principal de haber traído a colación el caso de los mormones, es la circunstancia de las pruebas completas y demostrables desde un punto de vista estrictamente histórico, del hecho de la aparición de un ser extrahumano a un mortal, al que adoctrina abundantemente acerca de creencias y ritos; creencias y ritos que, a pesar de las muchas dificultades que le pusieron a J. Smith los creyentes de otras religiones, él logró sacar adelante su iglesia mormona, en la actualidad firmemente establecida en el medio-oeste los EE.UU. y con una fuerza expansionista superior a la mayoría de las religiones tradicionales y clásicas. Sus misioneros pueden ser vistos en casi todas las grandes y medianas ciudades de todas las naciones del mundo.
Existe una gran semejanza entre lo que le sucedió a J. Smith y lo que les ha ocurrido a muchos otros seres humanos; no solo a famosos fundadores o reformadores de religiones, sino a simples mortales, cuyos casos nunca fueron reconocidos y ni siquiera conocidos. Por muchos años me resistí a admitir la realidad de muchas de esas apariciones, sobre todo, de aquellas que se daban fuera del seno del cristianismo, debido a la cerrada formación religiosa que había recibido en mi familia y, más tarde, dentro de la orden jesuítica. En la actualidad, estoy convencido de que muchas de las apariciones que la gente dice haber tenido, poseen algún grado de objetividad. No solo eso, sino que estoy convencido de que estas intromisiones directas y visibles de los dioses en las vidas de los humanos, se dan también fuera del contexto religioso, bajo otros nombres y en marcos que no tienen nada que ver con lo religioso: por ejemplo, bajo la forma de “espíritus guías”, “maestros ascendidos” o “seres desencarnados” que, por desgracia, encuentran a muchos ingenuos que están dispuestos a creerles todas las mentiras y mensajes que suelen contar.
Joseph Smith tiene también su leyenda negra: fue acusado de ser maestro masón, farsante, embaucador y pederasta. Pero aunque todo esto fuera cierto, no le restaría importancia o veracidad al hecho. Hace muchos años escribí esta frase, que anda regada por ahí: “Los contactos, cuanto más mienten, cuanto más disparatan, y cuanto más se contradicen, más pruebas dan de ser auténticos contactos”. Y lo sigo pensando cincuenta años después.
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Pie de foto: Josph Smith recibiendo la visita del ángel Moroni.
LA TRASCENDENCIA ENERGÉTICA… “Para poder entender, trabajar y realizar la trascendencia energética de las energías-pensamientos, tienen que comenzar por el alma… ¿Por qué? Porque el alma o sea las energías-pensamientos tienen la capacidad o mejor dicho el poder, de concentrar y densificar la energía o puede aligerarla, todo dependerá de la Intención de los pensamientos. Si ustedes no limpian sus cristales-energías-pensamientos del alma, no podrán entender el proceso de curación y si no lo entienden los pensamientos no grabarán la cura, por lo tanto continuarán girando en un círculo vicioso sin saber que les acontece o porque les sucede. La trascendencia, depuración, curación, limpieza y purificación del alma, comienza con el entendimiento profundo y el deseo de querer curarse. No es magia, ni milagro, es Trabajo y muy fuerte, profundo, consciente y de mucha voluntad. Muchos de ustedes no saben por dónde comenzar la cura, tienen la buena intención, pero no tienen los medios para realizarlo. A estas personas les decimos, que el trabajo es individual, porque cada uno de ustedes es un universo y como tal, son ustedes que se deben preocupar de activar la espiritualidad.
Todo lo que se encuentra fuera de ustedes es NUTRICIÓN Y AYUDA para que este proceso pueda efectuarse adecuadamente. No esperen que otros seres vengan y los lleven de la mano, pensando que con ello ustedes lograrán la salvación y trascendencia. Los otros seres podrán intercambiar con ustedes energías-pensamientos, y eso los ayudará mucho, pero el trabajo tiene que ser individual, ustedes lo tienen que ganar por mérito propio, por merecimiento, no hay otra forma de obtenerlo. Cuando ustedes dejen de soñar en magia, milagros y seres divinos que bajarán a la Tierra para llevarlos consigo. Cuando dejen de ver el mundo color de rosa, escondiéndose porque no quieren ver la realidad. Cuando dejen de ser niños que quieren ser llevados de la mano, por supuestos padres celestiales y se conviertan en adultos responsables. Cuando los ángeles, seres divinos, hadas y todo lo que creen se conviertan en ustedes mismos, entonces sabrán que… Despertaron y Crecieron”… EL SER UNO IV – Alineamiento Cósmico – 7 Mil Años de Preparación.
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