miércoles, 5 de noviembre de 2014

Un Curso De Milagros
Lección 43
Dios es mi Fuente. No puedo ver separado de Él

Un Curso De Milagros

LECCIÓN 43

Dios es mi Fuente. No puedo ver separado de Él

La percepción no es un atributo de Dios. El ámbito de Dios es el del conocimiento. Sin embargo, Él ha creado al Espíritu Santo para que sirva de Mediador entre la percepción y el conocimiento. Sin este vínculo con Dios, la percepción habría reemplazado al conocimiento en tu mente para siempre. Gracias a este vínculo con Dios, la percepción se transformará y se purificará en tal medida que te conducirá al conocimiento. Ésa es su función tal como la ve el Espíritu Santo. Por lo tanto, ésa es en verdad su función.
En Dios no puedes ver. La percepción no tiene ninguna función en Dios, y no existe. Pero en la salvación, que es el proceso de erradicar lo que nunca fue, la percepción tiene un propósito sumamente importante. Habiéndola inventado el Hijo de Dios para un propósito no santo, tiene que convertirse ahora en el medio a través del cual se le restaura su santidad en su conciencia. La percepción no tiene significado. Sin embargo, el Espíritu Santo le otorga un significado muy parecido al de Dios. Una percepción que ha sanado se convierte en el medio por el que el Hijo de Dios perdona a su hermano, y, por ende, se perdona a sí mismo.
No puedes ver separado de Dios porque no puedes estar separado de Dios. Todo lo que haces, lo haces en Él, porque todo lo que piensas, lo piensas con Su Mente. Si la visión es real, y es real en la medida en que comparte el propósito del Espíritu Santo, entonces no puedes ver separado de Dios.
Hoy son necesarias tres sesiones de práctica de cinco minutos cada una. La primera debe hacerse lo más temprano que puedas; la segunda lo más tarde posible, y la tercera en el momento más oportuno y adecuado que las circunstancias y la buena disposición permitan. Al comienzo de estas sesiones repite la idea de hoy para tus adentros con los ojos cerrados. Luego mira a tu alrededor brevemente, aplicando la idea específicamente a lo que veas. Cuatro o cinco objetos durante esta fase de la sesión de práctica serán suficientes. Podrías decir, por ejemplo:
  • Dios es mi Fuente.
  • No puedo ver este escritorio separado de Él.
  • Dios es mi Fuente.
  • No puedo ver ese cuadro separado de Él.
  • Si bien esta parte del ejercicio debe ser relativamente corta, asegúrate, en esta fase de la práctica, de seleccionar los objetos tan al azar como sea posible, sin controlar su inclusión o exclusión. Para la segunda fase, la más larga, cierra los ojos, repite la idea de hoy nuevamente, y luego deja que cualquier pensamiento pertinente que se te ocurra sea una aportación a la idea de hoy en tu propio estilo particular. Pensamientos tales como:
    Veo a través de los ojos del perdón.
    Veo el mundo como un lugar bendito.
    El mundo me puede mostrar quién soy.
    Veo mis propios pensamientos, que son como los de Dios.
    Cualquier pensamiento que en mayor o menor medida esté directamente relacionado con la idea de hoy es adecuado. Los pensamientos no tienen que tener una relación obvia con la idea, pero tampoco deben oponerse a ella.
    Si ves que tu mente se distrae o si comienzas a notar la presencia de pensamientos que están en clara oposición a la idea de hoy, o si te resulta imposible pensar en algo, abre los ojos, repite la primera fase del ejercicio, y luego intenta de nuevo la segunda. No dejes transcurrir grandes lapsos de tiempo en los que te enfrascas en pensamientos irrelevantes. Para evitar eso, vuelve a la primera fase del ejercicio cuantas veces sea necesario.
    Al aplicar la idea de hoy durante las sesiones de práctica más cortas, la forma de la idea puede variar de acuerdo con las circunstancias y situaciones en las que te encuentres en el transcurso del día. Cuando estés con otra persona, por ejemplo, trata de acordarte de decirle silenciosamente:
    Dios es mi Fuente.
    No puedo verte separado de Él.
    Esta variación puede aplicarse por igual tanto a desconocidos como a aquellas personas con las que crees tener una relación íntima. De hecho, evita a toda costa hacer distinciones de esta clase.
    La idea de hoy también debe aplicarse en el transcurso del día a las diversas situaciones y acontecimientos que puedan presentarse, especialmente a aquellos que de alguna forma parezcan afligirte. A tal fin, aplica la idea de esta manera:
    Dios es mi Fuente.
    No puedo ver esto separado de Él.
    Si en ese momento no se presenta en tu conciencia ningún sujeto en particular, repite simplemente la idea en su forma original. Trata de no dejar pasar grandes lapsos de tiempo sin recordar la idea de hoy y, por ende, sin recordar tu función.
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    LOS REGALOS DEL REINO

    El último paso

    El poder creativo de Dios y el de Sus creaciones es ilimitado, pero no existe entre ellos una relación recíproca. Te comunicas plenamente con Dios, tal como Él se comunica contigo. Es éste un proceso continuo que compartes con Él, y por el hecho de que lo compartes, te sientes inspirado a crear como Él crea. En la creación, no obstante, no existe una relación recíproca entre tú y Dios, ya que Él te creó a ti, pero tú no lo creaste a Él. Ya te dije que tu poder creativo difiere del Suyo solamente en ese punto. Incluso en este mundo existe un paralelo. Los padres traen al mundo a sus hijos, pero los hijos no traen al mundo a sus padres. Traen al mundo, no obstante, a sus propios hijos, y, de este modo, procrean tal como sus padres lo hicieran.
    Si tú hubieses creado a Dios y Él te hubiese creado a ti, el Reino no podría expandirse mediante su propio pensamiento creativo. La creación estaría, por lo tanto, limitada, y no podrías ser co-creador con Dios. De la misma manera en que el Pensamiento creador de Dios procede de Él hacia ti, así tu pensamiento creador no puede sino proceder de ti hacia tus creaciones. Sólo de esta manera puede extenderse todo poder creativo. Las obras de Dios no son tus obras, pero tus obras son como las Suyas. Él creó a la Filiación y tú la expandes. Tienes el poder de acrecentar el Reino, aunque no de acrecentar a su Creador. Reivindicas ese poder cuando te mantienes alerta sólo en favor de Dios y de Su Reino. Al aceptar que tienes ese poder, aprendes a recordar lo que eres.
    A tus creaciones les corresponde estar en ti del mismo modo en que a ti te corresponde estar en Dios. Tú eres parte de Dios, tal como tus hijos son parte de Sus Hijos. Crear es amar. El amor se extiende hacia afuera simplemente porque no puede ser contenido. Nunca deja de fluir porque es ilimitado. El amor crea para siempre, aunque no en el tiempo. Las creaciones de Dios han existido siempre porque Él ha existido siempre. Tus creaciones han existido siempre, porque tú sólo puedes crear como Dios crea. La eternidad es tuya porque Él te creó eterno.
    El ego, por otra parte, siempre exige derechos recíprocos, ya que es competitivo en vez de amoroso. Está siempre dispuesto a hacer tratos, pero no puede comprender que ser igual a otro significa que no es posible hacer ningún trato al respecto. Para ganar tienes que dar, no regatear. Regatear es imponer límites en lo que se da, y eso no es la Voluntad de Dios. Disponer lo mismo que Dios es crear como Él. Dios no limita en modo alguno Sus regalos. Tú constituyes Sus regalos, por consiguiente, tus regalos son necesariamente como los Suyos. Los regalos que le haces al Reino no pueden sino ser como los regalos que Él te hace a ti.
    Yo le di al Reino únicamente amor porque creí que eso era lo que yo era. Lo que tú crees ser determina los regalos que haces, y si Dios te creó extendiéndose a Sí Mismo hasta dar lugar a lo que eres, sólo puedes extenderte a ti mismo tal como Él lo hizo. Sólo la dicha aumenta eternamente, pues la dicha y la eternidad son inseparables. Dios se extiende hacia afuera, más allá de todo límite y más allá del tiempo, y tú que eres co-creador con Él, extiendes Su Reino eternamente y más allá de todo límite. La eternidad es el sello indeleble de la creación. Los eternos son felices y viven en paz eternamente.
    Pensar como Dios es compartir Su certeza acerca de lo que eres, y crear como Él es compartir el Amor perfecto que Él comparte contigo. Hacia esto te conduce el Espíritu Santo, para que tu dicha sea total porque el Reino de Dios es íntegro. He dicho que el último paso en el redespertar al conocimiento lo da Dios. Esto es verdad, pero es difícil de explicar con palabras porque las palabras son símbolos, y lo que es verdad no necesita explicación. El Espíritu Santo, no obstante, tiene la tarea de traducir lo inútil a lo útil, lo que no tiene significado a lo significativo y lo temporal a lo eterno. El Espíritu Santo puede, por consiguiente, decirte algo acerca de este último paso.
    Dios no da pasos porque Sus obras no se realizan de forma gradual. No enseña, porque Sus creaciones son inalterables. No hace nada al final, porque Él creó primero y para siempre. Debe entenderse que la palabra "primero", cuando se aplica a Dios, no es un concepto temporal. Él es el primero en el sentido de que es el Primero en la Santísima Trinidad. Es el Creador Principal porque creó a Sus co-creadores. De ahí que el tiempo no le ataña a Él ni a lo que Él creó. Por lo tanto, el "último paso" que Dios dará fue cierto al principio, es cierto ahora y será cierto eternamente. Lo que es eterno está siempre presente porque su ser es eternamente inmutable. No cambia al aumentar porque fue creado para expandirse eternamente. Si no percibes su expansión significa que no sabes lo que es, ni tampoco Quién lo creó. Dios no te revela esto porque nunca estuvo oculto. Su luz jamás estuvo velada porque Su Voluntad es compartirla. ¿Y cómo iba a ser posible que lo que se comparte plenamente se hubiese ocultado primero para luego ser revelado?
    Cap.7 UCDM

    Noticias del Mundo

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