martes, 8 de diciembre de 2015

Salvador Freixedo
EL FENÓMENO DE LA ILUMINACIÓN
Los dioses se manifiestan a través de apariciones públicas y privadas. Aunque podríamos extendernos mucho describiendo este misterioso e interesante fenómeno de las apariciones, como ya lo he tratado a fondo en el libro “Visionarios, místicos y contactos extraterrestres”, prefiero detenerme más en otra de las maneras privadas que los dioses tienen de manifestarse: la llamada “iluminación”.
Si bien es cierto que en la mayoría de los casos en que hay una aparición, esta va acompañada de una iluminación o ilustración de la mente del vidente, sin embargo, en muchas ocasiones no es así, ocurriendo la iluminación sin que haya tenido lugar aparición alguna. Como ya apuntamos anteriormente, la iluminación puede ser repentina o progresiva. En las iluminaciones repentinas el sujeto se siente súbitamente inundado por una felicidad y bienestar que le empapa no solo el espíritu, sino que lo cala hasta los rincones más profundos de su cuerpo; y junto con ese sentido de felicidad inefable, el ser humano siente su mente y su inteligencia repentinamente agrandadas, con conocimientos que nunca antes había tenido y de los que ahora se siente seguro.
Naturalmente, el individuo relaciona lo que está sintiendo por dentro, con lo que está viendo; y siendo tan arrebatadora la experiencia por la que está pasando, no puede menos de relacionar el ser que tiene ante sí, con Dios, la Fuente, o con algo celestial. Ante tanta felicidad inexplicable y tanto asombro, la capacidad crítica del vidente se hace nula, y ni por un momento duda de que aquello que tiene delante, que es capaz de causar en él tal transformación, no sea algo divino.
El que quiera estudiar a fondo todo este fenómeno, debería leer a un autor clásico en estas materias que, por desgracia, es muy poco conocido en el mundo hispano parlante; me refiero a William James –uno de los padres de la moderna psicología— y a su libro “Variedad de las experiencias religiosas”, en el que desapasionadamente y de una manera objetiva y magistral hace un análisis exhaustivo de todo este fenómeno, al que relaciona con el misticismo cristiano, la llamada “santidad” o los estados de trance.
William James, a pesar de no proceder del campo religioso y de dictar sus clases en una universidad laica, no duda de la realidad de las transformaciones instantáneas de muchos de estos iluminados –algunos de los cuales eran amigos suyos y miembros de la nobleza inglesa— y en vez de negarse a oír o de recibir las informaciones con la sonrisita con que lo hacen muchos de los autollamados “científicos”, investigó a fondo durante muchos años todos estos estados alterados de conciencia, y llegó a conclusiones muy interesantes, que es lástima desconozcan la mayoría de los teólogos y autoridades eclesiásticas.
En tiempos pasados, el fenómeno psicológico de la iluminación estaba muy relacionado con la conversión religiosa y muy condicionado a la presencia o a las prédicas de algún gran predicador o santo. Hechos de esta clase abundan en las vidas de todos los santos y no dudamos de la realidad de los hechos. No solo los admitimos, sino que los extendemos a ámbitos y circunstancias ajenas a lo religioso, aunque entonces reciban otros nombres.
En la actualidad, este proceso de iluminación se sigue produciendo, pero en una sociedad mucho más secularizada e independiente de la influencia religiosa, ya no está tan íntimamente relacionado con creencias teológicas, y sí más con ideologías esotéricas y filosofías orientales panteístas o cósmicas. Aunque hay que admitir que todavía –sobre todo en algunas iglesias protestantes— el fenómeno de la iluminación está completamente entremezclado con lo religioso, recibiendo entre ellos el nombre de “conversión”, “bautismo del Espíritu Santo” o “renacimiento”.
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Pie de foto: Un ejemplo de iluminación. La mente de Eugenio Siragusa se expandió a raíz del contacto con los "seres del espacio".

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