jueves, 3 de julio de 2014


Sobre el agotar a las personas
ASophia Vitko
Agotamos a una persona querida cuando nuestro querer está repleto de exigencias, cuando hemos hecho contratos, cuando estamos llenos de promesas incumplidas y cuando la volvemos a atar a una nueva promesa.
por Diego Galo Ulloa  
Una persona se agota cuando la consideramos un recurso o un espejo. Se agota cuando nos aferramos, cuando compramos su libertad a cambio de amor. Se agota cuando se cansa de cargar con nuestras expectativas, cuando se harta de simular para caber en su rol, cuando ya no puede ser espontánea con nosotros porque está tratando de acomodarse.
Agotamos cuando nuestro amor o nuestro odio es intenso pero mezquino, cuando ese amor o ese odio quiere “todas las perdices”, no se contenta con la única perdiz, la necesaria y la suficiente. Pasa que abusamos de la gente, eso es agotarlos. Agotamos a una persona cuando la tenemos prisionera de un afecto, cuando especulamos, cuando usamos la lógica del comerciante, cuando llevamos una libreta donde apuntamos todas sus faltas y luego vamos, como infames recaudadores, a cobrárselas.
Agotamos si celamos, pero también si descuidamos al otro. Agotamos a una persona querida cuando nuestro querer está repleto de exigencias, cuando hemos hecho contratos, cuando estamos llenos de promesas incumplidas y cuando la volvemos a atar a una nueva promesa. Agotamos cuando lo que amamos en el otro es el amor que nos tiene.Una persona se agota si nosotros, como parte de su historia personal, le infringimos cautiverio, la arrinconamos a su pasado, no la dejamos ser por nuestros prejuicios, creemos saber todo de ella y la damos por sentada, despreciamos sus intentos de cambio.
Un guerrero si ama, no agota a su amado. Porque trata siempre de tener ojos nuevos para la relación, porque hace que fluya creativamente, porque hace ofrendas y no exige, ni corrige, ni tolera, ni simula, ni amenaza. Un guerrero cuando ama se da, pero no da lo que no puede, lo que es ilegítimo dar en una relación de poder: su libertad.
Imagen: Sophia Vitko

Vídeo del capítulo 26. VIII. Un Curso de Milagros:



La inminencia de la Salvación

Un Curso De Milagros

Capítulo 26

La inminencia de la salvación

El único problema pendiente es que todavía ves un intervalo entre el momento en que perdonas y el momento en que recibes los beneficios que se derivan de confiar en tu hermano. Esto tan sólo refleja la pequeña distancia que aún deseas interponer entre vosotros para que os mantenga un poco separados. Pues el tiempo y el espacio son la misma ilusión, pero se manifiestan deforma diferente. Si se ha proyectado más allá de tu mente, piensas que es el tiempo. Cuanto más cerca se trae a tu mente, más crees que es el espacio.
Quieres conservar cierta distancia entre vosotros para que os mantenga separados, y percibes ese espacio como el tiempo porque aún crees que eres algo externo a tu hermano. Eso hace que la confianza sea imposible. Y no puedes creer que la confianza podría resolver cualquier problema ahora mismo. Crees, por lo tanto, que es más seguro seguir siendo un poco cauteloso y continuar vigilando lo que percibes como tus intereses separados. Desde esta perspectiva te es imposible concebir que puedas obtener lo que el perdón te ofrece ahora mismo. En el intervalo que crees que existe entre dar el regalo y recibirlo parece que tienes que sacrificar algo y perder por ello. Ves la salvación como algo que tendrá lugar en el futuro, pero no ves resultados inmediatos.
Sin embargo, la salvación es inmediata. A no ser que la percibas así, tendrás miedo de ella, creyendo que, entre el momento en que aceptas su propósito como el tuyo propio y el momento en que sus efectos llegan hasta ti, el riesgo de pérdida es inmenso. De esta manera, el error que da lugar al miedo sigue oculto. La salvación eliminaría la brecha que todavía percibes entre vosotros y permitiría que os convirtieseis en uno instantáneamente. Y es esto lo que crees que supondría una pérdida. No proyectes este temor en el tiempo, pues el tiempo no es el enemigo que tú percibes. El tiempo es tan neutral como el cuerpo, salvo en lo que respecta al propósito que le asignas. Mientras todavía quieras conservar un pequeño espacio entre vosotros, querrás tener un poco más de tiempo en el que aún puedas negar el perdón. Y esto no podrá sino hacer que el intervalo que transcurre entre el momento en que niegas el perdón y el momento en que lo otorgas parezca peligroso, y el terror, justificado.
Mas el espacio que hay entre vosotros es evidente sólo en el presente, ahora mismo, y no se puede percibir en el futuro. Tampoco es posible pasarlo por alto, excepto en el presente. No es lo que puedas perder en el futuro lo que temes. Lo que te aterroriza es unirte en el presente. ¿Quién puede sentir desolación, excepto en el momento presente? Una causa futura aún no tiene efectos. Por lo tanto, eso quiere decir que si sientes temor, su causa se encuentra en el presente. Y es esa causa la que necesita corrección, no un estado futuro.
Todos los planes que haces para tu seguridad están centrados en el futuro, donde no puedes planear. Todavía no se le ha asignado ningún propósito al futuro, y lo que va a ocurrir aún no tiene causa. ¿Quién puede predecir efectos que no tienen causa? ¿Y quién podría tener miedo de dichos efectos a no ser que pensase que éstos ya han sido causados y los juzgase como desastrosos ahora? La creencia en el pecado da lugar al miedo, y, al igual que su causa, mira hacia adelante y hacia atrás, pero pasa por alto lo que se encuentra aquí y ahora. Su causa, sin embargo, sólo puede estar aquí y ahora si sus efectos ya se han juzgado como temibles. Mas cuando se pasa esto por alto se protege la causa y se la mantiene alejada de la curación. Pues el milagro es algo que es ahora. Se encuentra ya aquí, en gracia presente, dentro del único intervalo de tiempo que el pecado y el miedo han pasado por alto, pero que, sin embargo, es el único tiempo que hay.
Llevar a cabo la corrección en su totalidad no requiere tiempo en absoluto. Pero aceptar que la corrección se puede llevar acabo parece prolongarse una eternidad. El cambio de propósito que el Espíritu Santo le brindó a tu relación encierra en sí todos los efectos que verás. Estos se pueden verahora. ¿Por qué esperar a que se manifiesten en el transcurso del tiempo, temiendo que tal vez no se den, cuando ya se encuentran aquí? Se te ha dicho que todo lo que procede de Dios es para el bien. Sin embargo, parece como si no fuera así. No es fácil dar crédito de antemano al bien que se presenta en forma de desastre, ni es ésta una idea que tenga sentido.
¿Por qué habría de aparecer el bien en forma de mal? ¿Y no sería un engaño si lo hiciese? Su causa está aquí, si es que aparece en absoluto. ¿Por qué, entonces, no son evidentes sus efectos? ¿Por qué razón se ven en el futuro? Y procuras contentarte con suspirar y "razonar" que no entiendes esto ahora, pero que algún día lo entenderás y que su significado te resultará claro entonces. Esto no es razonar, pues es injusto, y alude claramente al castigo hasta que el momento de la liberación sea inminente. Pero puesto que el propósito de la relación ha cambiado ahora para el bien, no hay razón para un intervalo en que azote el desastre, el cual se percibirá algún día como algo "bueno", aunque ahora se perciba como doloroso. Esto es un sacrificio del ahora, que no puede ser el precio que el Espíritu Santo exige por lo que ha dado gratuitamente.
Esta ilusión, no obstante, tiene una causa que, aunque falsa, tiene que estar en tu mente ahora. Y esta ilusión es tan sólo un efecto que tu mente engendra y una forma de percibir su resultado. Este intervalo de tiempo, en el que se percibe la represalia como la forma en la que se presenta el "bien", es sólo un aspecto de la diminuta brecha que hay entre vosotros, la cual todavía no se ha perdonado.
No te contentes con la idea de una felicidad futura. Eso no significa nada ni es tu justa recompensa. Pues hay causa para ser libre ahora. ¿De qué sirve la libertad en forma de aprisionamiento? ¿Por qué habría de disfrazarse de muerte la liberación? La demora no tiene sentido, y el "razonamiento" que mantiene que los efectos de una causa presente se tienen que posponer hasta un momento futuro, es simplemente una negación del hecho de que causa y consecuencia tienen que darse simultáneamente. No es del tiempo de lo que te tienes que liberar, sino de la diminuta brecha que existe entre vosotros. Y no dejes que ésta se disfrace de tiempo, y que de este modo se perpetúe, ya que al haber cambiado de forma no se puede reconocer como lo que es. El propósito del Espíritu Santo es ahora el tuyo. ¿No debería ser Su felicidad igualmente tuya?
http://acimi.com

Noticias del Mundo

El hundimiento del sistema monetario fiduciario occidental podría haber comenzado. China, Rusia y la aparición de las monedas respaldadas e...