lunes, 2 de junio de 2014

Descubren Biblia de más de 1.500 años que dice que Jesús no fue crucificadoTomada de internet/VANGUARDIA LIBERAL
El libro habría sido descubierto en el año 2000 y ha sido mantenido en secreto en el Museo Etnográfico de Ankara. El libro, hecho en cuero tratado y escrito en un dialecto del arameo, el idioma de Jesucristo, tiene páginas negras, debido a la acción del tiempo. Según las noticias, los expertos evaluaron el libro y se aseguraron de que es original. 

 Las autoridades religiosas de Teherán insisten en que el texto demuestra que Jesús no fue crucificado, no era el Hijo de Dios, sino un profeta, y llamó a Pablo, el “impostor”. El libro también dice que Jesús ascendió al cielo vivo, sin haber sido crucificado, y Judas Iscariote habría sido crucificado en su lugar. 

Habla sobre el anuncio que dio Jesús de la venida del Profeta Muhammad, quien fundaría el Islamismo 700 años después de Cristo. El texto prevé la llegada de la último mesías islámico, hecho que no ha sucedido todavía. 

El Vaticano ha mostrado preocupación por el descubrimiento del libro y pidió a las autoridades turcas para que expertos de la Iglesia Católica evalúen el contenido del libro en la Iglesia Católica. Se cree que la Iglesia Católica en el Concilio de Nicea, ha realizado la selección de los Evangelios que formarían parte de la Biblia, suprimiendo algunos, entre ellos posiblemente el Evangelio de Bernabé. 

También existe la creencia de que había muchos otros evangelios, conocidos como Evangelios del Mar Muerto. 

Este contenido ha sido publicado originalmente en Vanguardia.com en la siguiente dirección: http://www.vanguardia.com/actualidad/mundo/222578-descubren-biblia-de-mas-de-1500-anos-que-dice-que-jesus-no-fue-crucificado. Si está pensando en hacer uso del mismo, recuerde que es obligación legal citar la fuente y por favor haga un enlace hacia la nota original de donde usted ha tomado este contenido. Vanguardia.com - Galvis Ramírez y Cía. S.A.
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Brutal honestidad de presidente de Uruguay

Lectura del capítulo 23. III. Un Curso de Milagros: Salvación sin transi...

Un Curso De Milagros

Capítulo 23

Salvación sin transigencias

¿No es cierto acaso que no reconoces algunas de las formas en que el ataque se puede manifestar? Si es cierto que el ataque en cualquiera de sus formas te hará daño, y que te hará tanto daño como lo harían cualquiera de las formas que si reconoces, entonces se puede concluir que no siempre reconoces la fuente del dolor. Cualquier forma de ataque es igualmente destructiva. Su propósito es siempre el mismo. Su única intención es asesinar, y ¿qué forma de asesinato puede encubrir la inmensa culpabilidad y el terrible temor a ser castigado que el asesino no puede por menos que sentir? Puede que niegue ser un asesino y que justifique su infamia con sonrisas mientras la comete. Sin embargo, sufrirá y verá sus intenciones en pesadillas en las que las sonrisas habrán desaparecido, y en las que su propósito sale al encuentro de su horrorizada conciencia para seguir acosándolo. Pues nadie que piense en asesinar puede escaparse de la culpabilidad que dicho pensamiento conlleva. Si la intención del ataque es la muerte, ¿que importa qué forma adopte?
¿Podría cualquier forma de muerte, por muy hermosa y caritativa que parezca, ser una bendición y un signo de que la Voz que habla por Dios le está hablando a tu hermano a través de ti? La envoltura no hace el regalo Una caja vacía, por muy bella que sea y por mucha gentileza que se tenga al darla, sigue estando vacía. y tanto el que la recibe como el que la da no podrán seguir engañándose por mucho más tiempo. Niégale el perdón a tu hermano y lo estarás atacando. No le estarás dando nada y sólo recibirás de él lo que le diste.
La salvación no transige en absoluto. Transigir es aceptar sólo una parte de lo que quieres: tomar sólo un poco y renunciar al resto. La salvación no renuncia a nada. Se les concede a todos enteramente. Si permites que la idea de transigir invada tu pensamiento, se pierde la conciencia del propósito de la salvación porque no se reconoce. Dicho propósito se niega cuando la idea de transigir se ha aceptado, pues es la creencia de que la salvación es imposible. La idea de transigir mantiene que puedes atacar un poco, amar un poco, y ser consciente de la diferencia. De esta manera, pretende enseñar que un poco de lo mismo puede ser diferente, y, al mismo tiempo, permanecer intacto, cual uno solo. ¿Tiene sentido esto? ¿Es acaso comprensible?
Este curso es fácil precisamente porque no transige en absoluto. Aun así, parece ser difícil para aquellos que todavía creen que es posible transigir. No se dan cuenta de que si lo fuese, la salvación sería un ataque. Es indudable que la creencia de que la salvación es imposible no puede propiciar la calmada y serena certidumbre de que ésta ha llegado. El perdón no se puede negar sólo un poco. Tampoco es posible atacar por una razón y amar por otra, y entender lo que es el perdón. ¿No te gustaría poder reconocer lo que constituye un asalto a tu paz, si sólo de esa manera resulta imposible que la pierdas de vista? Si no la defiendes, puedes mantenerla brillando ante tu visión, eternamente diáfana y sin jamás perderla de vista.
Los que creen que es posible defender la paz y que está justificado atacar en su nombre, no pueden percibir que la paz se encuentra dentro de ellos. ¿Cómo iban a saberlo? ¿Cómo iban a poder aceptar el perdón y al mismo tiempo seguir albergando la creencia de que algunas formas de asesinato mantienen la paz a salvo? ¿Cómo iban a estar dispuestos a aceptar el hecho de que su brutal propósito va dirigido contra ellos mismos? Nadie se une a su enemigo ni comparte su propósito. Y nadie transige con un enemigo sin seguir odiándolo por razón de lo que éste le privó.
No confundas una tregua con la paz ni la transigencia con el escape del conflicto. Haber sido liberado del conflicto significa que éste ha cesado. La puerta está abierta; te has retirado del campo de batalla. No te has quedado allí con la esperanza cobarde de que el conflicto no se reanude sólo porque los cañones se han acallado por un momento y el miedo que asola el lugar de la muerte no es evidente. En un campo de batalla no hay seguridad. Lo puedes contemplar a salvo desde lo alto sin que te afecte. Pero dentro de él no puedes encontrar ninguna seguridad. Ni uno solo de los árboles que aún quedan en pie puede ofrecerte cobijo. Ni una sola fantasía de protección puede servir de escudo contra la fe en el asesinato. He aquí el cuerpo, vacilando entre el deseo natural de comunicarse y la intención antinatural de asesinar y de morir. ¿Crees que puede haber alguna forma de asesinato que ofrezca seguridad? ¿Podría acaso la culpabilidad estar ausente de un campo de batalla?
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¿Qué es el mundo real?
El mundo real es un símbolo, como todo lo demás que la percepción ofrece. No obstante, es lo opuesto a lo que tú fabricaste. Ves tu mundo a través de los ojos del miedo, lo cual te trae a la mente los testigos del terror. El mundo real sólo lo pueden percibir los ojos que han sido bendecidos por el perdón, los cuales, consecuentemente, ven un mundo donde el terror es imposible y donde no se puede encontrar ningún testigo del miedo.
El mundo real te ofrece una contrapartida para cada pensamiento de infelicidad que se ve reflejado en tu mundo, una corrección segura para las escenas de miedo y los clamores de batalla que pueblan tu mundo. El mundo real muestra un mundo que se contempla de otra manera: a través de ojos serenos y de una mente en paz. Allí sólo hay reposo. No se oyen gritos de dolor o de pesar, pues allí nada está excluido del perdón. Y las escenas que se ven son apacibles pues sólo escenas y sonidos felices pueden llegar hasta la mente que se ha perdonado a sí misma.
¿Qué necesidad tiene dicha mente de pensamientos de muerte, asesinato o ataque? ¿De qué puede sentirse rodeada sino de seguridad, amor y dicha? ¿Qué podría haber que ella quisiese condenar? ¿y contra qué querría juzgar? El mundo que ve emana de una mente que está en paz consigo misma. No ve peligro en nada de lo que contempla, pues es bondadosa, y lo único que ve es bondad.
El mundo real es el símbolo de que al sueño de pecado y culpabilidad le ha llegado su fin y de que el Hijo de Dios ha despertado. Y sus ojos, abiertos ahora, perciben el inequívoco reflejo del Amor de su Padre, la infalible promesa de que ha sido redimido. El mundo real representa el final del tiempo, pues cuando se percibe, el tiempo deja de tener objeto.
El Espíritu Santo no tiene necesidad del tiempo una vez que éste ha servido el propósito que Él le había asignado. Ahora espera un sólo instante más para que Dios dé el paso final y el tiempo desaparezca llevándose consigo la percepción y dejando solamente a la verdad para que sea tal como es. Ese instante es nuestro objetivo, pues en él yace el recuerdo de Dios. Y al contemplar un mundo perdonado, Él es Quien nos llama y nos viene a buscar para llevarnos a casa, recordándonos nuestra Identidad, la cual nos ha sido restituida mediante nuestro perdón.
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