martes, 26 de agosto de 2014

El concepto del yo frente al verdadero Ser

Vídeo del capítulo 31. V. Un Curso de Milagros


Un Curso De Milagros

Capítulo 31

El concepto del yo frente al verdadero Ser

Las enseñanzas del mundo se basan en un concepto del yo que se ajusta a la realidad mundana. Y como tal, se adapta muy bien a ella. Pues es una imagen que encaja perfectamente en un mundo de sombras e ilusiones. En él se encuentra como en su propia casa, y todo lo que ve es uno con ella. El propósito de las enseñanzas del mundo es que cada individuo forje un concepto de sí mismo. Éste es su propósito: que vengas sin un yo, y que fabriques uno a medida que creces. Y cuando hayas alcanzado la "madurez", lo habrás perfeccionado, para así poderte enfrentar al mundo en igualdad de condiciones y perfectamente adaptado a sus exigencias.
Tú forjas un concepto de ti mismo, el cual no guarda semejanza alguna contigo. Es un ídolo, concebido con el propósito de que ocupe el lugar de tu realidad como Hijo de Dios. El concepto de ti mismo que el mundo te enseña no es lo que aparenta ser, pues se concibió para que tuviera dos propósitos, de los cuales la mente sólo puede reconocer uno. El primero presenta la cara de inocencia, el aspecto con el que se actúa. Ésta es la cara que sonríe y es amable, e incluso parece amar. Busca compañeros, contempla a veces con piedad a los que sufren, y de vez en cuando ofrece consuelo. Cree ser buena dentro de un mundo perverso.
Este aspecto puede disgustarse, pues el mundo es perverso e incapaz de proveer el amor y el amparo que la inocencia se merece. Por esa razón, es posible hallar este rostro con frecuencia arrasado de lágrimas ante las injusticias que el mundo comete contra los que quieren ser buenos y generosos. Este aspecto nunca lanza el primer ataque. Pero cada día, cientos de incidentes sin importancia socavan poco a poco su inocencia, provocando su irritación, e induciéndole finalmente a insultar y a abusar descontroladamente.
La cara de inocencia que el concepto de uno mismo tan orgullosamente lleva puesta, condona el ataque que se lleva a cabo en defensa propia, pues, ¿no es acaso un hecho harto conocido que el mundo trata ásperamente a la inocencia indefensa? Nadie que forja una imagen de sí mismo omite esta cara, pues tiene necesidad de ella. Mas no quiere ver el otro lado. Sin embargo, es ahí donde el aprendizaje del mundo tiene puestas sus miras, pues ahí es donde se establece la "realidad" del mundo, para perpetuar la continuidad del ídolo.
Detrás de la cara de inocencia se encuentra una lección, para enseñar la cual se concibió el concepto del yo. Es una lección acerca de un terrible desplazamiento y de un miedo tan devastador que la cara sonriente que se encuentra encima tiene que mirar para siempre en otra dirección, no sea que perciba la traición que oculta. Esto es lo que la lección enseña: "Yo soy la cosa que tú has hecho de mi, y al contemplarme, quedas condenado por causa de lo que soy". El mundo sonríe con aprobación ante este concepto de ti mismo, pues garantiza que los senderos del mundo se mantengan a salvo y que los que caminan por ellos no puedan escapar.
Ésta es la lección básica que garantiza que tu hermano estará condenado eternamente, pues lo que tú eres se ha vuelto ahora su pecado. Y para esto no hay perdón. No importa ya lo que él haga, pues tu dedo acusador apunta hacia él sin vacilación y con mortal puntería. Apunta también hacia ti, pero este hecho se mantiene aún más oculto entre las brumas que se encuentran tras la cara de inocencia. Y en esas bóvedas ocultas se conservan todos sus pecados así como los tuyos, y se mantienen en la obscuridad, donde no se pueden percibir como errores, lo cual la luz indudablemente mostraría. No se te puede culpar por lo que eres, ni tampoco puedes cambiar lo que ello te obliga a hacer. Tu hermano es para ti, pues, el símbolo de tus propios pecados, y lo condenas silenciosamente, aunque con tenaz insistencia, por esa cosa odiosa que eres.
Los conceptos se aprenden. No son naturales, ni existen aparte del aprendizaje. No son algo que se te haya dado, de modo que tienen que haberse forjado. Ninguno de ellos es verdad, y muchos son el producto de imaginaciones febriles, que arden llenas de odio y de distorsiones nacidas del miedo. ¿Qué es un concepto, pues, sino un pensamiento al que su hacedor le otorga un significado especial? Los conceptos mantienen vigente el mundo. Mas no se pueden usar para demostrar que el mundo es real. Pues todos ellos se conciben dentro del mundo, nacen a su sombra, crecen amoldándose a sus costumbres y, finalmente, alcanzan la "madurez" de acuerdo con el pensar de éste. Son ideas de ídolos, coloreadas con los pinceles del mundo, los cuales no pueden pintar ni una sola imagen que represente la verdad.
La idea de un concepto del yo no tiene sentido, pues nadie aquí sabe cuál es el propósito de tal concepto, y, por lo tanto, no puede ni imaginarse lo que es. Todo aprendizaje que el mundo dirige, no obstante, comienza y finaliza con el solo propósito de que aprendas este concepto de ti mismo, de forma que elijas acatar las leyes de este mundo y nunca te aventures más allá de sus sendas ni te des cuenta de cómo te consideras a ti mismo. Ahora el Espíritu Santo tiene que encontrar un modo de ayudarte a comprender que el concepto de ti mismo que has forjado tiene que ser des-hecho si es que has de gozar de paz interior. Y no se puede desaprender, excepto por medio de lecciones cuyo objetivo sea enseñarte que tú eres otra cosa. Pues de lo contrario, se te estaría pidiendo que intercambiases lo que ahora crees por la pérdida total de tu ser, lo cual te infundiría aún mayor terror.
Por tal razón, las lecciones del Espíritu Santo están diseñadas de manera que cada paso sea fácil, y aunque a veces puede producirse cierta incomodidad y angustia, ello no afecta lo que se ha aprendido, sino que constituye una re-interpretación de lo que parecen ser las pruebas a su favor. Consideremos, pues, qué prueba hay de que tú seas lo que tu hermano hizo de ti. Pues si bien aún no te das cuenta de que eso es lo que piensas, es indudable que a estas alturas ya eres consciente de que te comportas como si eso fuese lo que piensas. ¿Reacciona él por ti? ¿Y sabe él acaso lo que va a ocurrir exactamente? ¿Puede ver tu futuro y determinar por adelantado lo que debes hacer en toda circunstancia? Él tendría que haberte creado tanto a ti como al mundo para poder tener tal presciencia de lo que ha de suceder.
Que tú seas lo que tu hermano ha hecho de ti es bastante improbable. Incluso si ello fuese cierto, ¿quién te dio la cara de inocencia? ¿Podría ser ésta tu propia aportación? ¿Quién es, entonces, el "tú" que la concibió? ¿Y quién es el que se engaña con toda tu bondad, y la ataca? Olvidémonos de la ridiculez de este concepto y pensemos simplemente en esto: lo que crees ser consta de dos partes. Si una de ellas fue generada por tu hermano, ¿quién estaba allí para inventar la otra? ¿Y de quién hay que mantener algo oculto? Aun si el mundo fuese perverso no habría necesidad de ocultar aquello de lo que estás hecho. ¿Quién lo podría ver? ¿Y qué podría necesitar defensa sino lo que se ataca?
Tal vez la razón de que este concepto tenga que mantenerse oculto es que, de ser expuesto a la luz, el que pensaría que no es verdad eres tú. ¿Y qué le ocurriría al mundo que ves si todos sus pilares se eliminasen? Tu concepto del mundo depende del concepto que tienes de ti mismo. Y ambos desaparecerían si cualquiera de ellos se pusiese en duda. El Espíritu Santo no quiere precipitarte al pánico. Por lo tanto, lo único que te pide es que por lo menos estés dispuesto a plantearte una simple pregunta.
Hay alternativas con respecto a eso que crees ser. Podrías, por ejemplo, ser lo que has elegido que tu hermano sea. Esto ubica al concepto del yo más allá de una condición de ser algo completamente pasivo, y, por lo menos, allana el camino para que se pueda tomar una decisión consciente, y para reconocer - aunque sea parcialmente - que tuvo que haber tenido lugar alguna interacción. Se entiende en parte que tú elegiste por los dos, y que lo que él representa tiene el significado que tú le diste. Ello muestra también algunos atisbos de visión con respecto a la ley de la percepción según la cual lo que se ve refleja el estado mental del perceptor. Mas ¿quién eligió primero? Si tú eres aquello que elegiste que tu hermano fuese, tuvo que haber alternativas entre las que elegir, y alguien tuvo que haber decidido primero cuál de ellas elegir y cuál rechazar.
Si bien este paso representa un avance, no se aproxima aún a la cuestión básica. Algo tuvo que haber tenido lugar antes de que surgieran estos conceptos de uno mismo. Y algo tuvo que haber aprendido las enseñanzas que los originó. Esto no lo puede explicar ninguno de los dos puntos de vista en cuestión. La ventaja principal de haber pasado del primer punto de vista al segundo es que de alguna manera se ve que tú participaste en la elección por decisión propia. Mas por esta ganancia sufres una pérdida casi idéntica, pues ahora tú eres culpable por lo que tu hermano es. Y no puedes sino compartir su culpabilidad, ya que la elegiste para él a imagen y semejanza de la tuya propia. Mientras que antes sólo él era el traidor, ahora tú tienes que ser condenado junto con él.
El concepto del yo ha sido siempre la gran preocupación del mundo. Y cada individuo cree que tiene que encontrar la solución al enigma de lo que él es. La salvación se puede considerar como el escape de todos los conceptos. No se ocupa en absoluto del contenido de la mente, sino del simple hecho de que ésta piensa. Y aquello que puede pensar tiene alternativas entre las que elegir, y se le puede mostrar los pensamientos que conllevan diferentes consecuencias. Así puede aprender que todo lo que piensa refleja la profunda confusión que siente con respecto a cómo fue concebida y a lo que es. Y el concepto del yo vagamente parece contestar lo que no sabe.
No busques tu Ser en símbolos. No hay concepto que pueda representar lo que eres. ¿Qué importa qué concepto aceptes mientras percibas un yo que se relaciona con el mal y que reacciona ante cosas perversas? Pues en tal caso, tu concepto de ti mismo seguirá desprovisto de significado. Y no te percatarás de que sólo te relacionas contigo mismo. Ser testigo de un mundo culpable indica que el mundo ha guiado tu aprendizaje y que lo consideras tal como te consideras a ti mismo. El concepto del yo abarca todo lo que contemplas, y nada está excluido de esa percepción. Si algo te puede herir, lo que estás viendo es una representación de tus deseos secretos. Eso es todo. Y lo que ves en cualquier clase de sufrimiento que padezcas es tu propio deseo oculto de matar.
Son muchos los conceptos de ti mismo que forjarás según progreses en tu aprendizaje. Cada uno producirá cambios que se verán reflejados en tus relaciones, conforme la percepción que tienes de ti mismo vaya cambiando. Y cada vez que tenga lugar un cambio se producirá en ti cierta confusión, mas siéntete agradecido de que el aprendizaje del mundo vaya soltando la presa que había hecho en tu mente. Descansa seguro y contento en la confianza de que finalmente desaparecerá por completo y dejará a tu mente en paz. El papel de acusador se presentará en muchos sitios y de muchas maneras. Y en cada caso parecerá acusarte. Mas no temas que no vaya a ser erradicado.
El mundo no puede hacer que aprendas estas imágenes de ti mismo a no ser que tú desees aprenderlas. Llegará un momento en que todas desaparecerán, y te darás cuenta de que no sabes lo que eres. A esta mente abierta y receptiva es a la que la verdad retorna, sin impedimentos ni limitaciones. Allí donde todos los conceptos del yo han sido abandonados, la verdad se revela tal como es. Cuando todo concepto haya sido cuestionado y puesto en tela de juicio, y se haya reconocido que está basado en suposiciones que se desvanecerían ante la luz, la verdad quedará entonces libre para entrar a su santuario, limpio y despejado ahora de toda culpa. No hay afirmación que el mundo tema oír mas que ésta:
  • No sé lo que soy, por lo tanto, no sé lo que estoy haciendo, dónde me encuentro, 
    ni cómo considerar al mundo o a mí mismo.
  • Sin embargo, con esta lección nace la salvación. Y lo que tú eres te hablará de Sí Mismo.
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