jueves, 27 de febrero de 2014

Adiós al dinero: Suecia comienza a "Prohibir" el uso de "billetes y monedas" -- Los Dueños del Circo -- Sott.net



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Los sinvergüenzas

Por Hernán Patiño Mayer

No hay que tener vergüenza alguna para pedir la liberación de los “presos políticos” venezolanos, mientras pese a las promesas electorales Obama mantiene la prisión de Guantánamo con presos que nadie sabe quiénes son ni por qué están privados de su libertad. Ni de dónde vienen ni hacia dónde van. Maduro podrá no ser el mejor presidente que merecen Venezuela y la región, pero lo votó su pueblo, y a los que dicen que la democracia no se agota con el voto, les digo que tienen razón, pero los presidentes, en democracia, sólo se cambian con los votos o los procedimientos previstos en la Constitución. En el caso de Venezuela, además, cumplida la mitad del período se puede convocar a un plebiscito revocatorio y de ganar (no va a faltar el despistado que se pregunte “¿Ah, también hay que ganar?”) se puede forzar la renuncia presidencial por caducidad del mandato popular. Cualquier otra cosa es “golpismo” puro, duro o blando, pero golpismo al fin. Además, qué autoridad moral tienen Obama o Kerry para juzgar la calidad democrática de nuestros países cuando en los EE.UU. los presidentes llegan a serlo con el voto de menos del 20 por ciento de los ciudadanos en condiciones de sufragar. Y qué decir de los derechos humanos cuando en su país rige la pena de muerte y no ha adherido a ninguno de los instrumentos del sistema interamericano que los protege y promueve. ¡Basta de hipocresías! Acá lo que se quiere no es ni más ni menos que detener la evolución del proceso democrático de América del Sur, porque de distraídos que estaban los gringos, los gobiernos pasaron de ser sus empleados o testaferros a representar a sus propios pueblos.

Mejor o peor, con más o menos corrupción, más o menos eficientes, con mayor o menor vocación transformadora, pero todos votados por sus pueblos. Que de eso coincidiremos, se trata también la democracia. Ya estoy escuchando a doña Rosa recordándome que a Hitler también lo votó el pueblo alemán y como suele suceder con doña Rosa, que tiene siempre una parte de razón, pero nunca al tiempo de arribar a conclusiones sustentables. Eso, lo que me recuerda doña Rosa, es tan cierto como lo es que si los vencedores de la Primera Guerra no hubieran pretendido reparaciones humillantes y hacerles pagar a los pueblos vencidos costos moral y económicamente insostenibles, probablemente Hitler nunca hubiera llegado al poder y la humanidad se hubiera evitado tener que soportar a un monstruo semejante de cuyos crímenes atroces contra el pueblo judío el gobierno estadounidense supo distraerse con exceso. Pero la avaricia capitalista no sólo no tiene límites, sino que además no mide sus consecuencias, total las terminamos pagando todos y especialmente los más débiles. Que nadie se equivoque, porque ya no tenemos derecho a la ignorancia y menos a la ingenuidad. A la gran potencia occidental nada le importa la verdad. ¿O no le mintieron al mundo sobre las armas de destrucción masiva en Irak? Y ya que estamos en tema, ¿alguien se acuerda de que el único país en la Tierra que usó armas nucleares contra población civil, y no en una sino en dos ocasiones, fueron los Estados Unidos de América?

Pero, además, a EE.UU. le importa nada la calidad democrática de nuestros gobiernos, como lo demostraron apoyando el terrorismo de Estado a lo largo y ancho de nuestro continente mestizo. Y la libertad de prensa mucho menos, y si no recuerden la reacción del gobierno norteamericano y sus organismos satélites, ante la desaparición de casi un centenar de periodistas durante la dictadura cívicomilitar de la Argentina y frente a la asociación del estado totalitario con los tres diarios más importantes del país, para controlar la producción de Papel Prensa. Lo que sí le preocupa y mucho es que los gobiernos se tomen en serio la defensa de los intereses populares y dejen de servir las insaciables ambiciones de las minorías apropiadoras. Están decididos a sustituirlos por gobiernos alineados con sus intereses y en el caso especial de Venezuela, para poder hacerse, además, del control de la segunda reserva mundial de petróleo localizada a sólo tres días de navegación de las refinerías estadounidenses. Que nos venzan es posible, porque tienen el poder para hacerlo, que vuelvan a dominarnos a través de sus gerentes locales también, pero que nos tomen por tontos y nos pidan silencio y complicidad después de lo que nos han hecho padecer es una concesión que no podemos otorgar, sin extraviar definitivamente nuestra dignidad.

Ayudar de forma destructiva
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Ayudar de forma destructiva es rescatar a los demás de sus responsabilidades. Arreglar sentimientos de la gente. Satisfacer necesidades de otros aunque no lo hayan pedido.


Rescatamos a los demás de sus responsabilidades. Nos hacemos cargo y cuidamos de ellos. Luego nos enojamos con aquellas personas porque hemos actuado por ellos. Y nos sentimos usados y sentimos lástima de nosotros mismos.
Ese es el patrón que se repite una y otra vez, un triángulo del cual no podemos salir.
Rescatador y cuidador son sinónimos, en la jerga terapéutica los llamamos  ”permitidores”. Dícese de los que ayudan pero en forma destructiva. Y cuando se ayuda no se debería destruir, sino todo lo contrario.
Entre las siguientes acciones encontramos diversas formas de rescate:
  • Hacer algo que no queremos hacer.
  • Decir si cuando queremos decir no.
  • Hacer algo por alguien aunque esa persona sea capaz de hacerlo sola.
  • Satisfacer las necesidades de otros aunque nunca nos lo hayan pedido.
  • Arreglar los sentimientos de la gente.Hablar en nombre de otra persona.
  • Pretender solucionarles los problemas a los demás, incluidos hijos y padres.
  • No pedir lo que deseamos o necesitamos.
Tomar consciencia para salir de ese lugar, para permitir verdaderamente cuidarse a uno mismo y dejar de rescatar falsamente a los demás.
La práctica del instante santo

Vídeo del capítulo 15. IV. Un Curso de Milagros


Un Curso De Milagros

Capítulo 15

La práctica del instante santo

Es posible aprender este curso inmediatamente, a no ser que creas que lo que Dios dispone requiere tiempo. Y esto sólo puede significar que prefieres seguir demorando reconocer el hecho de que lo que Su Voluntad dispone ya se ha cumplido. El instante santo es este mismo instante y cada instante. El que deseas que sea santo, lo es. El que no deseas que lo sea, lo desperdicias. En tus manos está decidir qué instante ha de ser santo. No demores esta decisión. pues más allá del pasado y del futuro, donde no podrías encontrar el instante santo, éste espera ansiosamente tu aceptación. Sin embargo, no puedes tener una conciencia feliz de él mientras no lo desees, pues encierra dentro de si la liberación total de la pequeñez.
Tu práctica, por lo tanto, debe basarse en que estés dispuesto a dejar a un lado toda pequeñez. El instante en que la grandeza ha de descender sobre ti se encuentra tan lejos como tu deseo de ella. Mientras no la desees, y en su lugar prefieres valorar la pequeñez, ésa será la distancia a la que se encontrará de ti. En la medida en que la desees, en esa misma medida harás que se aproxime a ti. No pienses que puedes ir en busca de la salvación a tu manera y alcanzarla. Abandona cualquier plan que hayas elaborado para tu salvación y substitúyelo por el de Dios. Su plan te satisfará. No hay nada más que pueda brindarte paz, pues la paz es de Dios y de nadie más que de Él.
Sé humilde ante Él, y, sin embargo, grande en Él. No antepongas ningún plan del ego al plan de Dios pues con tu decisión de formar parte de cualquier otro plan que no sea el Suyo dejas vacante tu lugar en Su plan, que debes ocupar si quieres unirte a mí. Te exhorto a que cumplas el santo papel que te corresponde desempeñar en el plan que Él dio al mundo para liberarlo de la pequeñez. Dios desea que Su anfitrión more en perfecta libertad. Cualquier fidelidad a un plan de salvación distinto del Suyo disminuye en tu propia mente el valor de lo que Su Voluntad ha dispuesto para ti. Sin embargo, es tu mente la que es Su anfitrión.
¿Quieres saber cuán perfecto e inmaculado es el santo altar en el que tu Padre se ha ubicado a Sí Mismo? Te darás cuenta de esto en el instante santo, en el que gustosamente y de buena voluntad renuncias a todo plan que no sea el Suyo. Pues en el instante santo se encuentra la paz, perfectamente diáfana porque has estado dispuesto a satisfacer sus condiciones. Puedes reclamar el instante santo en cualquier momento y lugar en que lo desees. En tu práctica, procura abandonar cualquier plan que hayas aceptado a fin de encontrar grandeza en la pequeñez. No se encuentra ahí. Utiliza el instante santo sólo para reconocer que por tu cuenta no puedes saber dónde se encuentra, y que lo único que harías seria engañarte a ti mismo.
Yo me encuentro dentro del instante santo tan claramente como tú quieres que lo esté. Y el tiempo que tardes en aprender a aceptarme, será el mismo tiempo que tardarás en hacer tuyo el instante santo. Te exhorto a que hagas que el instante santo pase a ser tuyo de inmediato, pues liberar la mente del anfitrión de Dios de la pequeñez no depende del tiempo, sino de la buena voluntad que se tenga para ello.
La razón de que este curso sea simple es que la verdad es simple. La complejidad forma parte del ámbito del ego y no es más que un intento por su parte de querer nublar lo que es obvio. Podrías vivir en el instante santo para siempre, empezando desde ahora hasta la eternidad, si no fuera por una razón muy sencilla. No empañes la simplicidad de esa razón, pues si lo haces, será únicamente porque prefieres no reconocerla ni abandonarla. La simple razón, llanamente expuesta, es ésta: el instante santo es un momento en el que se recibe y se da perfecta comunicación. Esto quiere decir que es un momento en el que tu mente es receptiva, tanto para recibir como para dar. El instante santo es el reconocimiento de que todas las mentes están en comunicación. Por lo tanto, tu mente no trata de cambiar nada, sino simplemente de aceptarlo todo.
¿Cómo puedes hacer esto cuando prefieres abrigar pensamientos privados y no renunciar a ellos? La única manera en que podrías hacer esto es negando la perfecta comunicación que hace que el instante santo sea lo que es. Crees que puedes abrigar pensamientos que no quieres compartir con nadie, y que la salvación radica en que te los reserves exclusivamente para ti. Crees que en los pensamientos privados que únicamente tú conoces puedes encontrar una manera de quedarte con lo que deseas sólo para ti y de compartir sólo lo que  deseas compartir. Y luego te preguntas cómo es que no estás en completa comunicación con los que te rodean, o con Dios que os rodea a todos a la vez.
Cada pensamiento que prefieres mantener oculto interrumpe la comunicación, puesto que eso es lo que quieres. Es imposible reconocer la comunicación perfecta, mientras interrumpir la comunicación siga teniendo valor para ti. Pregúntate sinceramente: "¿Deseo estar en perfecta comunicación? ¿Estoy completamente dispuesto a renunciar para siempre a todo lo que la obstaculiza?" Si la respuesta es no, entonces no importa cuán dispuesto esté el Espíritu Santo a concedértela, ello no será suficiente para que tú puedas disponer de ella, pues no estás dispuesto a compartirla con Él. Y la comunicación perfecta no puede tener lugar en una mente que ha decidido oponerse a ella. Pues dar el instante santo así como recibirlo requiere la misma dosis de buena voluntad, al ser la aceptación de la única Voluntad que gobierna todo pensamiento.
La condición necesaria para que el instante santo tenga lugar no requiere que no abrigues pensamientos impuros, Pero si requiere que no abrigues ninguno que desees conservar, La inocencia no es obra tuya. Se te da en el momento en que la desees. La Expiación no existiría si no hubiese necesidad de ella. No serás capaz de aceptar la comunicación perfecta mientras sigas queriendo ocultártela a ti mismo. Pues lo que deseas ocultar se encuentra oculto para ti. En tu práctica, por consiguiente, trata solamente de mantenerte alerta contra el engaño, y no trates de proteger los pensamientos que quieres negarte a compartir. Deja que la pureza del Espíritu Santo los desvanezca con su fulgor, y concéntrate sólo en estar listo para la pureza que Él te ofrece. De esta manera, Él te preparará para que reconozcas que eres un anfitrión de Dios y no un rehén de nada ni de nadie.
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