martes, 5 de agosto de 2014

Victima del Destino?
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por Fabian Motta
La personalidad no es algo que venga “dado” desde el nacimiento, sino que se va construyendo con el correr de la vida. Intervienen en su formación la disposición biológica (lo hormonal, lo endocrinológico, lo neurológico) y todos aquellos cuadros médicos que tienen de alguna manera repercusión psicológica. La prehistoria e historia individual (relación de los padres con los abuelos, carácter de buscado o no buscado del embarazo, lugar que ocupa el sujeto en la estructura familiar, motivo de la elección del nombre, expectativas del grupo sobre el nuevo integrante y otras tantas variantes).Y las sucesivas situaciones de vida, en las que pueden aparecer factores accidentales (traumas desencadenantes de alguna patología).
Esta conformación no agota todo aquello que caracteriza a una persona. A esto habría que agregarle la posición que el propio sujeto tiene respecto de lo que le fue dado. Uno no es meramente lo que le pasa, lo que recibe o lo que vivió, sino lo que hace con todo este material.
• Yo no tengo nada que ver con esto que me pasa, sino que me limito a ser un objeto pasivo víctima del destino o del otro y esa es la respuesta tras la cual no queda espacio para ninguna pregunta. Solo se trata de padecer.
• O yo tengo conciencia de que intervengo en la generación de la circunstancia o del problema, de modo que las cosas podrían ser diferentes si actuase de otra manera, sólo que ignoro cuál es el punto en que perdí el comando de la situación.
En la medida que no hay un psiquismo acabado, se puede afirmar que éste nunca tiene una conformación definitiva, estando siempre abierto a cambios, estancamientos, evoluciones y en algunas ocasiones a involuciones.
Los mismos problemas desfilan en sucesivas experiencias como si estuviesen actuando una pieza de teatro con un guión rígidamente preestablecido. Increíblemente y a pesar de la voluntad de no volver a reiterar ciertas situaciones sorprenden las mismas conductas y reacciones en relación a un individuo o a la pareja.
Una terapia efectiva se fundamenta en la medida que se pueda asumir que la repetición está en relación a una causa que queda siempre fuera de consideración por ignorada. Aproximarse a esta verdad intima es el camino para salir del trance.
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El perdón y el final del tiempo

Vídeo del capítulo 29. VI. Un Curso de Milagros


Un Curso De Milagros

Capítulo 29

El perdón y el final del tiempo

¿Cuán dispuesto estás a perdonar a tu hermano? ¿Hasta qué punto deseas la paz en lugar de los conflictos interminables, el sufrimiento y el dolor? Estas preguntas son en realidad la misma pregunta, aunque formuladas de manera diferente. En el perdón reside tu paz, pues en él radica el fin de la separación y del sueño de peligro y destrucción, de pecado y muerte, de locura y asesinato, así como de aflicción y pérdida. Éste es el "sacrificio" que pide la salvación, y, a cambio de todo ello, gustosamente ofrece paz.
¡No jures morir, santo Hijo de Dios! Pues eso es hacer un trato que no puedes cumplir. Al Hijo de la Vida no se le puede destruir. Es inmortal como su Padre. Lo que él es no puede ser alterado. Él es lo único en todo el universo que necesariamente es uno sólo. A todo lo que parece eterno le llegará su fin. Las estrellas desaparecerán, y la noche y el día dejarán de ser. Todas las cosas que van y vienen, la marea, las estaciones del año y las vidas de los hombres; todas las cosas que cambian con el tiempo y que florecen y se marchitan, se irán para no volver jamás. Lo eterno no se encuentra allí donde el tiempo ha fijado un final para todo. El Hijo de Dios jamás puede cambiar por razón de lo que los hombres han hecho de él. Será como siempre ha sido y como es, pues el tiempo no fijó su destino, ni marcó la hora de su nacimiento ni la de su muerte. El perdón no lo cambiará. No obstante, el tiempo sólo está a la espera del perdón para que las cosas del tiempo puedan desaparecer, ya que no son de ninguna utilidad.
Nada sobrevive a su propósito. Si algo fue concebido para morir, morirá, a no ser que se niegue aaceptar ese propósito como propio. El cambio es lo único que se puede convertir en una bendición aquí, donde ningún propósito es fijo por muy inmutable que parezca ser. No creas que puedes fijar un objetivo que no concuerde con el propósito que Dios te encomendó, y hacer que sea inmutable y eterno. Puedes adjudicarte un propósito que no te corresponde a ti, pero no puedes deshacerte del poder de cambiar de parecer y establecer otro propósito en tu mente.
Poder cambiar es el mayor regalo que Dios le dio a todo lo que tú quisieras hacer eterno, para asegurarse de que el Cielo fuese lo único que no desapareciese. No naciste para morir. Y no puedes cambiar, ya que tu función la fijó Dios. Todos los demás objetivos, excepto uno, operan en el tiempo y cambian de manera que éste se pueda perpetuar. Pues el perdón no se propone conservar el tiempo, sino abolirlo una vez que deja de ser de utilidad. Y una vez que deja de ser útil, desaparece. Y ahí donde una vez parecía reinar, se restaura ahora a plena conciencia la función que Dios le encomendó a Su Hijo. El tiempo no puede fijar un final para el cumplimiento de esta función ni para su inmutabilidad. La muerte no existe porque todo lo que vive comparte la función que su Creador le asignó. La función de la vida no puede ser morir. Tiene que ser la extensión de la vida, para que sea eternamente una para siempre y sin final.
Este mundo te atará de pies y manos y destruirá tu cuerpo únicamente si piensas que se construyó para crucificar al Hijo de Dios. Pues aunque el mundo sea un sueño de muerte, no tienes por qué dejar que sea eso para ti. Deja que esto cambie, y todas las cosas en el mundo no podrán sino cambiar también. Pues aquí todo se define en función del propósito que tú le asignas.
¡Qué bello es el mundo cuyo propósito es perdonar al Hijo de Dios! ¡Cuán libre de miedo está, y cuán repleto de bendiciones y felicidad! ¡Y qué dicha es morar por un tiempo en un lugar tan feliz! Mas no debemos olvidarnos de que en un mundo así, no transcurre mucho tiempo antes de que la intemporalidad venga calladamente a ocupar el lugar del tiempo.
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