viernes, 2 de mayo de 2014

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Ecuentros gozosos
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No hay lugar al que ir, ya estamos allí.  Hace falta vivir en un estado que nos facilite reconocer y sentir una unión, una conexión que también ya está ahí, pero que hemos olvidado.
por Nicolas Tamayo
“Si la búsqueda no es desesperada, no es búsqueda”.
Da la impresión de que tenemos que estar permanentemente buscando, dirigidos hacia algún lugar, hacia una meta elevada. Ese pareciera ser el curso que debe tener la vida de quienes nos aventuramos en ciertos “asuntos del alma”. Quizás nos equivocamos. Quizás le estamos dando un enfoque incorrecto, un enfoque que nos aleja de aquello que creemos que buscamos.
Para empezar, buscar algo, lo aleja. Debemos  cambiar esa “búsqueda desesperada” por un “encuentro gozoso”.
¿Por qué buscamos? Creo que lo hacemos porque el modo de vida que llevamos nos aleja de la conexión con el Todo. Intuimos que algo “nos falta” y eso se transforma en el motor de una “búsqueda del alma”. En el camino nos confundimos, olvidamos que no hay algo “extraordinario” que encontrar, y nos pasamos años buscando ciegamente métodos, maestros, técnicas, tesoros, lugares místicos, cosas que nadie más pueda ver, etc. En realidad es, imagino, más sencillo.
Buscamos porque sentimos que nos falta algo, y esa carencia viene del modelo que ha adoptado la sociedad.  ¿Qué pasaría si hubiéramos nacido en una aldea indígena que vive en armonía con su entorno? Imagino que, si bien igual buscaríamos algo, esa búsqueda no sería tan desesperada. No lo sería porque hubiéramos nacido en un encuentro permanente con el medio, reconoceríamos en ese medio una esencia que también nos sustenta a nosotros. En estas condiciones nos sería más fácil sabernos uno con todo lo que hay, nos sería más fácil reconocer las relaciones que hay entre las distintas partes del mundo.
Siento que eso es lo que buscamos, vivir en un “encuentro permanente” con todo lo que es, y la forma en como hemos vivido hasta ahora en occidente nos aleja de ese estado de conexión.
No es necesario ir a vivir a la selva o al desierto para re.conectarse, es necesario lograr activar esa conexión en todo momento y lugar. Una vez ahí, dejamos de lado esa desesperada sensación de estar siempre buscando y nos fundimos en un encuentro con el Mundo.
No hay ningún lugar al que ir, ya estamos aquí.  Siento que hay que  vivir en un estado que nos facilite reconocer y sentir una unión, una conexión que también ya está ahí, pero que hemos olvidado.
http://www.animalespiritual.com/



La Semana Santa

Vídeo del capítulo 20. I. Un Curso de Milagros


Un Curso De Milagros

Capítulo 20

LA VISIÓN DE LA SANTIDAD

La Semana Santa

Hoy es Domingo de Ramos, la celebración de la victoria y la aceptación de la verdad. No nos pasemos esta Semana Santa lamentando la crucifixión del Hijo de Dios, sino celebrando jubilosamente su liberación. Pues la Pascua de Resurrección es el signo de la paz, no del dolor. Un Cristo asesinado no tiene sentido. Pero un Cristo resucitado se convierte en el símbolo de que el Hijo de Dios se ha perdonado a sí mismo; en la señal de que se considera a sí mismo sano e íntegro.
Esta semana empieza con ramos y termina con azucenas, el signo puro y santo de que el Hijo de Dios es inocente. No permitas que ningún signo lúgubre de crucifixión se interponga entre la jornada y su propósito, entre la aceptación de la verdad y su expresión. Esta semana celebramos la vida, no la muerte. Y honramos la perfecta pureza del Hijo de Dios, no sus pecados. Hazle a tu hermano la ofrenda de las azucenas, no la de una corona de espinas; el regalo del amor, no el "regalo" del miedo. Te encuentras a su lado, con espinas en una mano y azucenas en la otra, indeciso con respecto a cuál le vas a dar. Únete a mí ahora, deshazte de las espinas y, en su lugar, ofrécele las azucenas. Lo que quiero esta Pascua es el regalo de tu perdón, que tú me concedes y yo te devuelvo. No podemos unirnos en la crucifixión ni en la muerte. Ni tampoco puede consumarse la resurrección hasta que tu perdón descanse sobre Cristo, junto con el mío.
Una semana es poco tiempo, sin embargo, la Semana Santa simboliza la jornada que el Hijo de Dios emprendió. Él comenzó con el signo de la victoria, la promesa de la resurrección, la cual ya se le había concedido. No dejes que caiga en la tentación de la crucifixión ni que se demore allí. Ayúdale a seguir adelante en paz más allá de ella, con la luz de su propia inocencia alumbrando el camino hacia su redención y liberación. No le obstruyas el paso con clavos y espinas cuando su redención está tan cerca. Deja, en cambio, que la blancura de tu radiante ofrenda de azucenas lo acelere en su camino hacia la resurrección.
La Pascua no es la celebración del costo del pecado, sino la celebración de su final. Si al mirar entre los níveos pétalos de las azucenas que has recibido y ofrecido como tu regalo vislumbras tras el velo la faz de Cristo, estarás contemplando la faz de tu hermano y reconociéndola. Yo era un extraño y tú me acogiste, a pesar de que no sabías quién era. Mas lo sabrás por razón de tu ofrenda de azucenas. En el perdón que le concedes a ese forastero, que aunque es un extraño para ti, es tu Amigo ancestral, reside su liberación y tu redención junto con él. La temporada de Pascua es una temporada de júbilo, no de duelo. Contempla a tu Amigo resucitado y celebra su santidad junto conmigo. Pues la Pascua es la temporada de tu salvación, junto con la mía.

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