miércoles, 2 de julio de 2014

Ser espiritual sin ser espiritual
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Olvidamos que para ser espiritual quizás no se necesita ser “espiritual” (y entramparse en rituales elevadísimos, costumbres enraizadas, vestimentas especiales o  alimentación complicada)
por Aquino Eloah

Un paradigma bien cimentado no desaparece, sólo es sustituido por uno con igual o más fuerza, y tiene algo de lógica si recordamos la ley de conservación: “la materia/energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma”.
Cuando de temas del espíritu y creencias esotéricas se trata, las fibras de la dinámica cotidiana parecen amplificarse y ponerse en estado de autodefensa. Reaccionamos frente a aquello que nos viene a sacar de donde estamos. Sin embargo, si estamos en una era en la que la conciencia colectiva, de manera individual y poco a poco, busca nuevos caminos en donde poder realizarse y reencontrar el sentido de trascendencia de su existencia.
Basta con echar un vistazo a las redes sociales virtuales para darse cuenta del creciente número de seres en proceso de emancipación de viejos dogmas, reencontrándose con caminos más naturales. Pero como en toda era de cambio, la confusión nubla la atmósfera y los reflejos de este gran cuarto de espejos nos desorientan de vez en vez.
Nos abalanzamos a saltar del risco para volar, pero sin desamarrarnos antes del grillete. Es ahí cuando, en una ilusoria pero satisfactoria sensación de libertad, volteamos para todos lados juzgando, olvidando estar en esa sala de espejos gigante que solo refleja lo que somos, fuimos y seremos. Nos “liberamos” de antiguas ataduras amarrándonos a nuevas con una soga a la que llamamos ‘espiritualidad’.
Ese es el riesgo de dejar que el ego se vista con el disfraz del buscador espiritual. Olvidamos que juzgar al que juzga es juzgar, y que la espiritualidad es amar, y que el amar es acción, y que la acción es crear, y crear es sumar. Olvidamos que para ser espiritual quizás no se necesita ser “espiritual” (y entramparse en rituales elevadísimos, costumbres enraizadas, vestimentas especiales o  alimentación complicada). ¿Por qué? Porque no necesitamos aparentar lo que ya somos, un ser ya completo, un ser humano, un Ser Espiritual.
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Las leyes de la curación

Vídeo del capítulo 26. VII. Un Curso de Milagros


Un Curso De Milagros

Capítulo 26

Las leyes de la curación

Este es un curso de milagros. Como tal, las leyes de la curación deben entenderse antes de que se pueda alcanzar el propósito del curso. Repasemos los principios que hemos estudiado, y organicémoslos a modo de resumen de lo qué debe ocurrir para que sea posible la curación. Pues una vez que es posible no puede sino tener lugar.
Toda enfermedad tiene su origen en la separación. Cuando se niega la separación, la enfermedad desaparece. Pues desaparece tan pronto como la idea que la produjo es sanada y reemplazada por la cordura. Al pecado y a la enfermedad se les considera causa y consecuencia respectivamente, en una relación que se mantiene oculta de la conciencia a fin de mantenerla excluida de la luz de la razón.
La culpabilidad clama por castigo, y se le concede su petición. No en la realidad, sino en el mundo de ilusiones y sombras que se erige sobre el pecado. El Hijo de Dios percibió lo que quería ver porque la percepción es un deseo colmado. La percepción cambia, pues fue concebida para substituir el conocimiento inmutable. Mas la verdad no ha cambiado. La verdad no se puede percibir, sino sólo conocerse. Lo percibido adopta muchas formas, pero ninguna de ellas significa nada. Si se lleva ante la verdad, su falta de sentido resulta muy evidente. Pero si se mantiene oculto de la verdad, parece tener sentido y ser real.
Las leyes de la percepción son lo opuesto a la verdad, y lo que es cierto con respecto al conocimiento no lo es con respecto a nada que se encuentre aparte de él. Aún así, Dios ha dado Su respuesta al mundo de la enfermedad, la cual es aplicable por igual a cualquier clase de enfermedad. Aunque la respuesta de Dios es eterna, opera en el tiempo, pues ahí es donde se necesita. Pero como procede de Dios, las leyes del tiempo no afectan su eficacia. La respuesta de Dios se encuentra en este mundo, pero no forma parte de él. Es real, y mora donde la realidad no puede sino estar. Las ideas no abandonan su fuente, y sus efectos sólo dan la impresión de estar separados de ellas. Las ideas pertenecen al ámbito de la mente. Lo que se proyecta y parece ser externo a la mente, no se encuentra afuera en absoluto, sino que es un efecto de lo que está adentro y no ha abandonado su fuente.
La respuesta de Dios está allí donde se encuentra la creencia en el pecado, pues sólo allí se pueden cancelar sus efectos completamente y dejárseles sin causa. Las leyes de la percepción tienen que ser invertidas, pues son una inversión de las leyes de la verdad. Las leyes de la verdad son eternamente ciertas y no se pueden invertir. No obstante, se pueden percibir al revés. Y esto debe corregirse allí donde se encuentra la ilusión de que han sido invertidas.
Es imposible que una sola ilusión sea menos receptiva a la verdad que las demás. Pero es posible que a algunas se les otorgue más valor, y que haya más renuencia a entregárselas a la verdad a fin de recibir ayuda y curación. Ninguna ilusión tiene ni un solo ápice de verdad en ella. Sin embargo, parece que algunas son más verdaderas que otras, aunque es claro que eso no tiene ningún sentido. Lo único que una jerarquía de ilusiones puede mostrar son preferencias, no la realidad. ¿Qué tienen que ver las preferencias con la verdad? Las ilusiones son ilusiones, y son falsas. Tus preferencias no les otorgan realidad. Ninguna de ellas es verdad desde ningún punto de vista, y todas cederán con igual facilidad ante la respuesta que Dios dio para todas ellas. La Voluntad de Dios es una. Y cualquier deseo que parezca ir en contra de Su Voluntad, no tiene fundamento alguno en la verdad.
El pecado no es ni siquiera un error, pues va más allá de lo que se puede corregir al ámbito de lo imposible. Pero la creencia de que es real ha hecho que algunos errores parezcan estar por siempre más allá de toda esperanza de curación y ser la eterna justificación del infierno. Si esto fuese cierto, lo opuesto al Cielo se opondría a él y sería tan real como él. Y así, la Voluntad de Dios estaría dividida en dos, y toda la creación sujeta a las leyes de dos poderes contrarios, hasta que Dios llegase al límite de Su paciencia, dividiese el mundo en dos y se pusiese a Si Mismo a cargo del ataque. De este modo Él habría perdido el juicio, al proclamar que el pecado ha usurpado Su realidad y ha hecho que Su Amor se rinda finalmente a los pies de la venganza. Ante una imagen tan demente sólo se puede esperar una defensa igualmente demente, pero ésta no puede establecer que la imagen sea verdad.
Nada puede hacer que lo que no tiene sentido lo tenga. Y la verdad no necesita defensas para ser la verdad. Las ilusiones no tienen ni testigos ni efectos. El que las contempla no hace sino engañarse a sí mismo. Perdonar es la única función que se puede tener aquí, y su propósito es llevarle la dicha que este mundo niega a cada aspecto del Hijo de Dios allí donde parecía reinar el pecado. Tal vez no comprendas el papel que juega el perdón en el proceso de poner fin a la muerte y a todas las creencias que surgen de las brumas de la culpabilidad. Los pecados son creencias que tú interpones entre tu hermano y tú. Los pecados hacen que estés limitado al tiempo y al espacio, y te conceden un pequeño lugar a ti y otro a él. En tu percepción, esta separación está simbolizada por el cuerpo, que claramente está separado y es algo aparte. Lo que este símbolo representa, no obstante, es tu deseo de estar aparte y separado.
Él perdón elimina lo que se interpone entre tu hermano y tú. El perdón es el deseo de estar unido a él y no separado. Lo llamamos "deseo" porque todavía concibe otras opciones, y aun no ha transcendido enteramente el mundo de las alternativas. Aun así, está en armonía con el estado celestial y no se opone a la Voluntad de Dios. Y aunque no llega a darte toda tu herencia, elimina los obstáculos que has interpuesto entre el Cielo donde te encuentras, y el reconocimiento de dónde estás y de lo que eres. Los hechos no cambian. Sin embargo, se pueden negar y así desconocerse, si bien se conocían antes de que fueran negados.
La salvación, perfecta e integra, sólo pide que desees, aunque sea mínimamente, que la verdad sea verdad; que estés dispuesto, aunque no sea del todo, a pasar por alto lo que no existe; y que abrigues un leve anhelo por el Cielo como lo que prefieres a este mundo, donde la muerte y la desolación parecen reinar. Y la creación se alzará dentro de ti en jubilosa respuesta, para reemplazar al mundo que ves por el Cielo, el cual es completamente perfecto e integro. ¿Qué es el perdón, sino estar dispuesto a que la verdad sea verdad? ¿Qué puede permanecer enfermo y separado de la Unidad que encierra dentro de Sí todas las cosas? El pecado no existe. y cualquier milagro es posible en el instante en que el Hijo de Dios percibe que sus deseos y la Voluntad de Dios son uno.
¿Qué dispone la Voluntad de Dios? Dispone que Su Hijo lo tenga todo. Y Él garantizó esto cuando lo creó para que fuese todo. Es imposible perder nada, si lo que tienes es lo que eres. Éste es el milagro mediante el cual la creación se convirtió en tu función, la cual compartes con Dios. Esto no se entiende estando separado de Él, y, por lo tanto, no tiene sentido en este mundo. Aquí el Hijo de Dios no pide mucho, sino demasiado poco, pues está dispuesto a sacrificar la identidad que comparte con todo, a cambio de su propio miserable tesoro. Mas no puede hacer esto sin experimentar una sensación de desolación, de pérdida y de soledad. Éste es el tesoro tras el que ha ido en pos. Y sólo puede tener miedo de ello. ¿Es acaso el miedo un tesoro? ¿Puede serla incertidumbre tu deseo? ¿O es simplemente que te has equivocado con respecto a lo que es tu voluntad y a lo que realmente eres?
Examinemos en qué consiste el error, a fin de que pueda ser corregido, no encubierto. El pecado es la creencia de que el ataque se puede proyectar fuera de la mente en la que se originó la creencia. Aquí la firme convicción de que las ideas pueden abandonar su fuente se vuelve real y significativa. Y de este error surge el mundo del pecado y del sacrificio. Este mundo es un intento de probar tu inocencia y, al mismo tiempo, de atribuirle valor al ataque. Su fallo estriba en que sigues sintiéndote culpable, aunque no entiendes por qué. Los efectos se ven como algo aparte de su fuente, y no parece que puedas controlarlos o impedir que se produzcan. Y lo que de esta manera se mantiene aparte jamás se puede unir.
Causa y efecto no son dos cosas separadas, sino una sola. Dios dispone que aprendas lo que siempre ha sido verdad: que Él te creó como parte sí mismo y que esto no puede sino seguir siendo verdad porque las ideas no abandonan su fuente. Ésta es la ley de la creación: que cada idea que la mente conciba sólo sirva para aumentar su abundancia y nunca para disminuirla. Esto es tan cierto con respecto a lo que se desea vanamente como con respecto a lo que la voluntad dispone verdaderamente, ya que la mente puede desear ser engañada, pero no puede hacer de si misma lo que no es. Y creer que las ideas pueden abandonar su fuente es tratar inútilmente de hacer que las ilusiones sean verdad. Pues nunca será posible engañar al Hijo de Dios.
El milagro es posible cuando causa y consecuencia se traen frente a frente, no cuando se mantienen aparte. Curar un efecto y no su causa tan sólo puede hacer que el efecto cambie de forma. Y esto no es liberación. El Hijo de Dios jamás se podrá contentar con nada que no sea la completa salvación y escape de la culpabilidad, pues, de otro modo, seguirá exigiéndose a sí mismo alguna clase de sacrificio, negando así que todo es suyo, y que no es susceptible de sufrir ninguna clase de pérdida. Los efectos que produce un pequeño sacrificio son iguales a los que produce toda la idea de sacrificio en si. Si cualquier clase de pérdida fuese posible, entonces el Hijo de Dios no sería pleno ni podría ser quien es. No podría tampoco conocerse a sí mismo ni reconocer su voluntad. Habría abjurado de su Padre y de si mismo, haciendo de Ambos sus enemigos acérrimos.
Las ilusiones apoyan el propósito para el que fueron concebidas. Y cualquier significado que parezcan tener se deriva de ese propósito. Dios dio a todas las ilusiones que se concibieron, sea cual fuere su forma, otro propósito que justificase un milagro. En cada milagro radica la curación en su totalidad, pues Dios respondió a todas las ilusiones cual una sola. Y lo que es uno para Él, no puede sino ser todo lo mismo. Si tú crees que lo que es lo mismo es diferente, no haces sino engañarte a ti mismo. Lo que Dios considera uno solo, será eternamente uno solo y jamás estará dividido. Su Reino está unido: así fue creado y así será para siempre.
El milagro no hace sino invocar tu nombre ancestral, que reconocerás porque la verdad se encuentra en tu memoria. Y ése es el nombre que tu hermano invoca para su liberación y para la tuya. El Cielo refulge sobre el Hijo de Dios. No lo niegues, para que así puedas ser tú liberado. El Hijo de Dios renace en cada instante, hasta que elige no volver a morir. En cada deseo de ataque elige la muerte en lugar de lo que la Voluntad de su Padre dispone para él. Mas cada instante le ofrece vida porque su Padre dispone que él viva.
La crucifixión se abandona en la redención porque donde no hay dolor ni sufrimiento no hay necesidad de curación. El perdón es la respuesta a cualquier clase de ataque. De esta manera, se cancelan los efectos del ataque, y se responde al odio en nombre del amor. Gloria eterna a ti que se te ha encomendado salvar al Hijo de Dios de la crucifixión, del infierno y de la muerte. Pues tienes el poder de salvar al Hijo de Dios porque su Padre así lo dispuso. Y en tus manos yace la salvación, para ser ofrecida y recibida como una.
Usar el poder que Dios te ha dado como Él quiere que se use es algo natural. No es arrogancia ser como Él te creó ni hacer uso de lo que te dio como respuesta a todos los errores de Su Hijo para así liberarlo. Pero si es arrogancia despreciar el poder que Él te dio y elegir un nimio e insensato deseo en vez de lo que Su Voluntad dispone. El don que Dios te ha dado es ilimitado. No hay circunstancia en la que no se pueda usar como respuesta ni problema que no se resuelva dentro de su misericordiosa luz.
Mora en paz, donde Dios quiere que estés. Y sé el instrumento por el que tu hermano puede hallar la paz en la que tus deseos se ven colmados. Unámonos para derramar bendiciones sobre el mundo del pecado y de la muerte. Pues lo que puede salvar a cualquiera de nosotros puede salvarnos a todos. No hay diferencias entre los Hijos de Dios. La unidad que el especialismo niega, los salvará a todos, pues en lo que es uno no hay cabida para el especialismo*. Y todo les pertenece a todos por igual. Ningún deseo puede interponerse entre un hermano y lo que es semejante a él. Arrebatarle algo a uno de ellos es desposeerlos a todos. Mas bendecir a uno de ellos, es bendecirlos a todos cual uno solo.
Tu nombre ancestral es el nombre de todos ellos, tal como el de ellos es el tuyo. Invoca el nombre de tu hermano y Dios te contestará, pues es a Él a Quien invocas. ¿Podría Él negarse a contestar cuando ya ha contestado a todos los que lo invocan? Un milagro no puede cambiar nada en absoluto. Pero puede hacer que lo que siempre ha sido verdad sea reconocido por aquellos que lo desconocen; y mediante este pequeño regalo de verdad se le permite a lo que siempre ha sido verdad ser lo que es, al Hijo de Dios ser él mismo y a toda la creación ser libre para invocar el Nombre de Dios cual una sola.
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