jueves, 6 de noviembre de 2014

LOS CRISTALES GUARDIANES DE LA TIERRA


Saber que para sanar hay que moverse, gritar, patalear, llorar, contactar con el dolor. Saber que la única persona que puede hacer ese trabajo es uno mismo.

El espíritu del cambio

Por Gustavo Levin

Algo se mueve dentro, una necesidad interna de cambio. La necesidad de individuarse, de volverse uno. De despegarse del padre interno, de la madre interna, de los mandatos familiares, de soltarlos. De despegarse de la razón como forma de vida. De empezar a creer. De empezar a crear. De empezar a cambiar la historia. De dejar de hacer predecible la historia. De empezar a escribir la propia historia. De dejar de que otros la escriban por uno.
El espíritu del cambio empieza buscando. Sabe que para sanar hay que moverse, gritar, patalear, llorar, contactar con el dolor. Sabe que la única persona que puede hacer ese trabajo es uno mismo.
La resistencia, la negación y la crítica son  típicos mecanismos de defensa contra el espíritu de cambio. Hay quienes se escudan en la razón para no contactar con el dolor. Están los que sienten tanto miedo, que pueden llegar a negar cualquier dolencia. Y no faltan los que critican cualquier forma de sanación, incluso antes de haberla probado.
No hay un camino, una escuela o un movimiento, un psicólogo, psiquiatra o un chaman con el que arrancar. Todo puede ayudar.
Maneras de alejarse del verdadero ser, es decir de no contactar con los verdaderos traumas, hay miles, millones. Maquillajes que pintan la cara de felicidad se consiguen por todos lados, aunque no dejan de ser maquillajes.
Si no tengo consciencia de la mala persona que soy, del daño que le hago a los demás, si tengo una desagradable relación con mi familia, con padres y hermanos, la meditación no servirá para nada, una consulta a  la astrología o al tarot, menos.
El espíritu del cambio lleva a desnudarse, enfrentarse con la propia cara sin mascaras, a confrontar con la propia sombra, a soltar el pasado que esta ahí retenido y que no deja crecer.
Las soluciones mágicas no existen, aunque el afuera se puede volver mágico cuando realmente se cambia por dentro.
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Un Curso De Milagros
Lección 44
Dios es la luz en la que veo

Un Curso De Milagros

LECCIÓN 44

Dios es la luz en la que veo

Hoy continuamos con la idea de ayer, agregándole otra dimensión. No puedes ver en la obscuridad, y no puedes fabricar luz. Puedes fabricar obscuridad y luego pensar que ves en ella, pero la luz refleja vida, y es, por lo tanto, un aspecto de la creación. La creación y la obscuridad no pueden coexistir, pero la luz y la vida son inseparables, pues no son sino diferentes aspectos de la creación.
Para poder ver, tienes que reconocer que la luz se encuentra en tu interior y no afuera. No puedes ver fuera de ti, ni tampoco se encuentra fuera de ti el equipo que necesitas para poder ver. Una parte esencial de ese equipo es la luz que hace posible el que puedas ver. Esa luz está siempre contigo, haciendo que la visión sea posible en toda circunstancia.
Hoy vamos a intentar llegar hasta esa luz. Para tal fin, utilizaremos una forma de ejercicio que ya se sugirió anteriormente, y que vamos a utilizar cada vez más. Dicha forma de ejercicio es especialmente difícil para la mente indisciplinada y representa uno de los objetivos principales del entrenamiento mental. Requiere precisamente lo que le falta a la mente sin entrenar. Con todo, si has de ver, dicho entrenamiento tiene que tener lugar.
Lleva a cabo como mínimo tres sesiones de práctica hoy, cada una de tres a cinco minutos de duración. Recomendamos enfáticamente que les dediques más tiempo, pero únicamente si notas que el tiempo pasa sin que experimentes ninguna sensación de tensión o muy poca. La forma de práctica que vamos a utilizar hoy es la más natural y fácil del mundo para la mente entrenada, tal como parece ser la más antinatural y difícil para la mente sin entrenar.
Tu mente ya no está completamente sin entrenar. Estás bastante listo para aprender la forma de ejercicio que vamos a utilizar hoy, pero es posible que te topes con una gran resistencia. La razón es muy simple. Al practicar de esta manera, te desprendes de todo lo que ahora crees y de todos los pensamientos que has inventado. Propiamente dicho, esto constituye tu liberación del infierno. Sin embargo, si se percibe a través de los ojos del ego, es una pérdida de identidad y un descenso al infierno.
Si te puedes apartar del ego, aunque sólo sea un poco, no tendrás dificultad alguna en reconocer que su oposición y sus miedos no significan nada. Tal vez te resulte útil recordarte a ti mismo de vez en cuando, que alcanzar la luz es escapar de la obscuridad, independientemente de lo que creas al contrario. Dios es la luz en la que ves. Estás intentando llegar a Él.
Da comienzo a la sesión de práctica repitiendo la idea de hoy con los ojos abiertos, luego ciérralos lentamente mientras repites la idea varias veces más. Trata entonces de sumergirte en tu mente, abandonando cualquier clase de interferencia e intrusión a medida que te sumerges serenamente más allá de ellas. No hay nada, excepto tú, que pueda impedirle a tu mente hacer esto. Tu mente está sencillamente siguiendo su curso natural. Trata de observar los pensamientos que te vengan sin involucrarte con ninguno de ellos, y pásalos de largo tranquilamente.
Si bien no se recomienda ningún enfoque en particular para esta forma de ejercicio, sí es necesario que te des cuenta de cuán importante es lo que estás haciendo, el inestimable valor que ello tiene para ti, así como que seas consciente de que estás intentando hacer algo muy sagrado. La salvación es el más feliz de todos tus logros. Es asimismo el único que tiene sentido porque es el único que tiene verdadera utilidad para ti.
Si experimentas cualquier clase de resistencia, haz una pausa lo suficientemente larga como para poder repetir la idea de hoy con los ojos cerrados, a no ser que notes que tienes miedo. En ese caso es probable que abrir los ojos brevemente te haga sentir más tranquilo. Trata, sin embargo, de reanudar los ejercicios con los ojos cerrados tan pronto como puedas.
Si estás haciendo los ejercicios correctamente, deberías experimentar una cierta sensación de relajación, e incluso sentir que te estas aproximando a la luz o de hecho adentrándote en ella. Trata de pensar en la luz, sin forma y sin límites, según pasas de largo los pensamientos de este mundo. Y no te olvides de que no te pueden atar a él a no ser que tú les des el poder de hacerlo.
Durante el transcurso del día, repite la idea a menudo con los ojos abiertos o cerrados, como mejor te parezca en su momento. Pero no te olvides de repetirla. Sobre todo, decídete hoy a no olvidarte.
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