domingo, 24 de mayo de 2015


El desafío del miedo


El peor de los miedos no es el que se le tiene a los otros, es el que se le tiene a las propias pasiones. La propuesta es salir a enfrentarlo lo antes posible.

El miedo nos achica la vida. Nos roba, nos oculta, nos confunde.
Es un cerco invisible que nos detiene de ir un poco más allá.
Hay miedos que tienen dueños, los otros, nuestros jefes, nuestros
líderes, nuestros esposos o esposas, vecinos o quien sea que se
haya instalado justo allí, donde comienzan nuestros mejores
deseos y a pura prepotencia nos dice “No”.
Pero el peor de los miedos no es el que le tenemos a los otros,
es el que le tenemos a nuestras propias pasiones, es el que nos
hace mentirosos con nosotros mismos y simplemente negamos
nuestros deseos, fantasías y gustos.
Decidimos aceptar lo que somos y tenemos y nos decimos
“con esto tengo suficiente”.
Pero no es verdad, cuando el olor de una mujer, ver a un hombre,
el paisaje del horizonte, la ola que llega a la playa, nos dicen
que nuestro mundo es pequeño, que nuestros deseos esperan
de nuestra decisión y el miedo nos hace sordos, inmóviles,
ciegos, sin gusto ni ganas, no podemos no darnos por enterados.
Algunos entienden al miedo como un desafío, una propuesta
y salen a enfrentarlo como una cuestión personal, que más
temprano que tarde hay que resolver.
el miedo
ES LOCO

sí, a veces es tan ridículo, tonto, exagerado, mandón que sin
dudas es loco.
ES DE OTRO
sí, siempre hay otro que es el dueño del miedo, hasta cuando
vamos a dejar que sea ese otro el que haga y deshaga con
nuestra vida.
ES DE AYER
sí, todas las explicaciones e historias del miedo tienen como
prueba lo que antes pasó, pero nosotros queremos mañana,
terminemos con el ayer.
ES DE UNO
no importa si muchos otros tienen el mismo miedo, este miedo
es mío y si es mío puedo decidir que no lo quiero más.
ES UN JUEGO
pero a veces no nos damos cuenta que estamos jugando y nos
olvidamos de que cuando uno juega puede de pronto
pararse y decir… basta, no juego más.
(fragmentos de su libro Miedo Coraje Voluntad Ganas)
Por Luis Jait
Hice varias cosas: medicina, negocios, deportes, escribir. Soy un rejuntado de ideas, emociones y ganas.
Imagen cortesía de
Kinuko Craft
www.animalespiritual.com

La utilidad de los juicios


Juzgar al otro es casi una queja pueril, un intento de diferenciarme de aquello que a mí no me gusta, una autodefinición a través de la negación del otro.
Mucho se proclama como virtud el “no juzgar”, pero a pesar de ser considerado un gran paso en el camino de la comunión con los otros, el  acto de juzgar tiene una faceta útil: le sirve a quien juzga para darse cuenta de que es lo que le molesta de sí mismo (esto siempre y cuando se logre ver con altura de miras).
El juicio es hijo de la separación, del sentimiento ilusorio de que estamos separados. Cuando uno acepta que somos parte de una trama, que somos como gotas conformando un gran océano, uno logra darse cuenta de que “el otro” ( todo “lo otro”) está actuando como un espejo que me devuelve imágenes de aquello que estoy siendo, y dentro de eso hay imágenes que nos gustarán y otras que intentaremos negar, pero que independiente de la aversión que podamos sentir por ellas, son parte de lo que somos.
El “juzgado” seguirá viviendo como vive con o sin las replicas o críticas del juzgador. Mientras este último seguirá viviendo en la ilusión de que el otro es “aparte”.
Si se quiere hacer algún cambio, hay que partir por adentro, ya que lo único que educa y es “enseñable” es lo que uno ES. Enseñar significa mostrar, señalar algo, y lo único que puedo mostrar es lo que soy, no lo que digo que soy o lo que me gustaría ser. Cuando yo digo, por ejemplo,  que no me gusta el futbol o la tele (o expreso mi aversión por cualquier cosa que “juzgo” por “debajo” de mi por inmoral,  por estúpido o por simple) en realidad no estoy enseñando nada, solo muestro que cierta cosa a mi no me gusta. Es casi una queja pueril, un intento de diferenciarme de aquello que a mí no me gusta. Una autodefinición a través de la negación del otro.
Lo que enseña es la convivencia, la experiencia compartida, el espacio conversacional, y ahí el juicio, la queja y similares no sirven mucho. Hay que hacer lo que hace sentido. No imponer tampoco “mi sentido”; compartirlo si, con la esperanza de que en el compartir haga eco.
¿Por qué ocupo la palabra enseñar? ¿Qué pasa si yo no quiero enseñar? Lo queramos o no, todo enseña, porque todo influye en algún grado. No estoy separado ( ni menos por encima) del mundo. Por lo que el simple hecho de relacionarme con otro pone de manifiesto la responsabilidad que tengo como parte de una trama donde todo influye en todo.
Se puede llevar a un nivel consciente y tratar de hacer aportes útiles a la convivencia colectiva, pero aún cuando se viva de modo inconsciente, el ser humano esta inseparablemente unido a las consecuencias de lo por él dicho, hecho o expresado en la forma que sea.
Un ser consciente es un ser responsable, un ser humano debería darse cuenta de que es un ser responsable. Este es solo un paso más en el camino de la impecabilidad.
Por Nicolás Tamayo
Soy tú reflejo, soy un espejo, soy parte de esta trama de vida, buscador y encontrador. Yo Soy, simplemente, otro Tú.http://elcaballogriego.wordpress.com/
Imagen cortesía de
Louise
www.animalespiritual.com
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