martes, 11 de febrero de 2014

Gran parte de nuestra experiencia vital es incomprensible, y sus causas parecen ajenas a nosotros cuando la mente se pregunta el porqué. Lo que sentimos y experimentamos algunas veces nos parece extraño, o indeseable.

El placer y el dolor son nuestra herencia material.

La dicha y la desdicha son nuestra herencia espiritual.

Tú puedes ser dichoso independientemente de las circunstancias que estés experimentando en vida. Algunos retos son más difíciles que otros, lo reconozco. Hay cosas que por amor o compasión no se le desean a nadie, porque no las deseamos para nosotros mismos. Es verdad.

También es verdad que existen muchas cosas que nos gustaría que no existieran y que seres queridos y no queridos experimentan aunque no nos guste su existencia. Aceptemos que existen y que algo podemos hacer al respecto. Elegir nuestra postura ante las mismas, por lo menos.

Todos nosotros anhelamos la felicidad. Un estado de completa paz, satisfacción y amor. Buscamos la felicidad que es infinita.

Lamentablemente, la buscamos en el placer que es finito, y no la encontramos.

Confundiendo la felicidad con el placer, temblamos ante la sola idea del dolor, y creamos más dolor en nuestra vida al huir de él. La felicidad nos elude cuando actuamos de esta manera.

Pasamos la vida desdichados, porque buscamos la dicha en un lugar en el que nunca ha estado.

La buscamos en el placer y el dolor, y no la encontramos. El placer no es felicidad, ni el dolor, desdicha.

La desdicha es sólo el resultado de querer obtener nuestra felicidad del sistema de placer/dolor. Perseguimos el placer y nos damos cuenta de que tiene un límite que no podemos burlar. Huimos del dolor y nos damos cuenta de que tiene un lugar en la vida, sin importar cuanto le temamos.

La desdicha es producto de la ignorancia. La ignorancia del hecho de que el placer es sólo placer, y el dolor sólo dolor. La felicidad es otra cosa.

La felicidad ES, no nos acontece. Es permanente, no mutable. Es infinita porque está presente aunque los fenómenos sean cambiantes. Nos esforzamos por controlar todo y a todos, cuando confundiendo la felicidad con el placer, nos empeñamos en que este último no cambie, aún cuando sabemos que pasará.

Si nos instalamos en nuestro Ser, si nos instalamos en nuestra felicidad, podremos observar el desfile transitorio de placer/dolor del que consta la experiencia humana sin perder nuestra felicidad. La felicidad se experimenta, pues, gracias a la capacidad del ser humano de permanecer en su centro, en lo que el verdaderamente ES, sin identificarse con lo que le acontece; sin identificarse con el desfile de formas, nombres, olores, sabores, sonidos y sensaciones que desfilan ante él.

El Loco
www.tuluzinterior.com

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