Un Curso De Milagros
Capítulo 21
La función de la razón
La percepción selecciona y configura el mundo que ves. Literalmente lo selecciona siguiendo las directrices de la mente. Las leyes del tamaño, de la forma y de la luminosidad tendrían validez, quizá, si otras cosas fuesen iguales. Pero no lo son. Pues es mucho más probable que halles lo que buscas que lo que prefieres pasar por alto. La apacible y queda Voz que habla en favor de Dios no se ve ahogada por los estridentes gritos e insensatos arranques de furia con los que el ego acosa a aquellos que desean escucharla. La percepción es una elección, no un hecho. Pero de esta elección depende mucho más de lo que te has dado cuenta hasta ahora. Pues tu creencia acerca de quien eres depende enteramente de la voz que elijas escuchar y de los panoramas que elijas ver. La percepción da testimonio únicamente de esto, nunca de la realidad. Puede mostrarte, no obstante, bajo qué condiciones es posible tener conciencia de la realidad, o aquellas en las que nunca sería posible.
La realidad no necesita tu cooperación para ser lo que es. Pero tu conciencia de ella necesita tu ayuda, ya que tener esa conciencia es algo que tú eliges. Si le prestas oídos a los dictados del ego y ves lo que él te indica ver, no podrás sino considerarte a ti mismo insignificante, vulnerable y temeroso. Experimentarás depresión, una sensación de no valer nada, así como sentimientos de inestabilidad e irrealidad. Creerás que eres la desvalida víctima de fuerzas que están más allá de tu control y que son mucho más poderosas que tú. Y creerás que el mundo que fabricaste rige tu destino, Pues tendrás fe en eso. Pero no creas que porque tengas fe en eso, ello pueda hacer que sea real.
Hay otra visión y otra Voz en las que reside tu libertad que tan sólo están aguardando tu decisión. Y si depositas tu fe en Ellas, percibirás otro ser en ti. Este otro ser considera que los milagros son algo natural. Pues son tan simples y naturales para él como respirar lo es para el cuerpo. Constituyen la respuesta obvia a las peticiones de ayuda, que es la única que él ofrece. Los milagros le parecen antinaturales al ego porque no entiende cómo es posible que mentes separadas puedan influenciarse unas a otras. Y si estuviesen separadas ciertamente no podrían hacerlo. Pero las mentes no pueden estar separadas. Este otro ser es perfectamente consciente de esto. Y así, reconoce que los milagros no afectan la mente de otro, sino la suya propia. Los milagros siempre cambian tu mente, pues no hay ninguna otra.
No te das cuenta de hasta qué punto la idea de la separación ha interferido en el ejercicio de la razón. La razón mora en el otro ser que has excluido de tu conciencia. Y nada de lo que has permitido que permanezca en ella es capaz de razonar. ¿Cómo va a ser posible que aquel segmento de la mente que está desprovisto de razón pueda entender lo que es la razón, o comprender la información que ésta le podría suministrar? De ese segmento pueden surgir todo tipo de preguntas, pero dado que la pregunta básica sólo puede proceder de la razón, él jamás la podrá plantear. Al igual que todo lo que procede de la razón, la pregunta básica es simple y obvia, si bien, aún no se ha planteado. Mas no creas que la razón no la podría contestar.
El plan de Dios para tu salvación no se habría podido establecer sin tu voluntad y consentimiento. Tuvo que haber sido aceptado por el Hijo de Dios, pues lo que Dios dispone para él, él no puede sino aceptarlo. Y Dios no dispone nada sin Su Hijo, ni Su Voluntad depende del tiempo para consumarse. Por lo tanto, lo que se unió a la Voluntad de Dios tiene que encontrarse en ti ahora, puesto que es eterno. Tienes que haber reservado un lugar en el que el Espíritu Santo puede morar, y donde ya se encuentra. Él tiene que haber estado ahí desde que surgió la necesidad de Él, la cual quedó satisfecha en ese mismo instante. Eso es lo que tu razón te diría, si escuchases. Mas es claro que ese no es el razonamiento del ego. El hecho de que la naturaleza de tu razón le sea ajena al ego, es prueba de que no hallarás la respuesta en él. No obstante, si esto es así, dicha respuesta tiene que existir. Y si existe para ti, y su propósito es tu libertad, debes ser libre de encontrarla.
El plan de Dios es muy simple; nunca es indirecto ni se derrota a si mismo. Dios no tiene otros Pensamientos excepto los que extienden Su Ser, y en esto tu voluntad tiene que estar incluida. Así pues, debe haber una parte en ti que conoce Su Voluntad y la comparte. No tiene sentido preguntar si lo que tiene que ser como es, lo es. Pero sí tiene sentido preguntar por qué no eres consciente de lo que no puede sino ser como es, pues debe haber una respuesta para ello si al plan de Dios para tu salvación no le falta nada. Y no puede faltarle nada porque su Fuente no conoce la incompleción
¿Y dónde podría encontrarse la respuesta sino en la Fuente? ¿Y dónde estás tú sino allí donde se encuentra esa misma respuesta? Tu Identidad, que es un efecto tan verdadero de esa Fuente como lo es la respuesta, tiene, por lo tanto, que estar unida a ella y ser lo mismo que ella. Por supuesto que sabes esto, y mucho más que esto. Pero cualquier parte del conocimiento supone una amenaza tan sería para la disociación como todo el conocimiento en sí. Y dispondrás de todo el conocimiento con cualquier parte de él. He Aquí la parte que tú puedes aceptar. Puedes ver lo que la razón te señala porque los testigos a su favor son inequívocos. Sólo aquellos que son completamente dementes podrían hacer caso omiso de ellos, y tú ya has dejado atrás esa etapa. La razón es un medio que sirve para los fines del Espíritu Santo por derecho propio. No se puede re-interpretar ni re-canalizar para que se ajuste a la meta del pecado, tal como se hace con otros medios. Pues la razón está más allá del alcance de los medios del ego.
La fe, la percepción y la creencia pueden estar mal ubicadas y servir de apoyo tanto para las necesidades del gran embaucador como para las de la verdad. Pero la razón no tiene cabida en la locura, ni se puede adaptar a sus fines en modo alguno. La fe y la creencia están firmemente arraigadas en la locura, y conducen la percepción hacia aquello que la mente ha considerado valioso. Pero la razón no participa en esto en absoluto. Pues si se aplicase la razón, la percepción cesaría instantáneamente. La razón no forma parte de la demencia, pues ésta depende enteramente de la ausencia de aquella. El ego nunca hace uso de la razón porque no es consciente de su existencia. Los que son parcialmente locos tienen acceso a ella, y sólo ellos la necesitan. El conocimiento no depende de la razón, y la locura la mantiene afuera.
La parte de la mente donde reside la razón se consagró, de acuerdo con tu voluntad en unión con la de tu Padre, al des-hacimiento de la demencia. Ahí el propósito del Espíritu Santo se aceptó y consumó simultáneamente. La razón le es ajena a la demencia, y aquellos que hacen uso de ella han adquirido un medio que no puede dedicarse al pecado. El conocimiento está mucho más allá de lo que se puede lograr. Pero la razón puede servir para abrir las puertas que tú le cerraste.
Ya estás muy cerca de esto. Tu fe y tus creencias han cambiado y has hecho la pregunta que el ego nunca haría. ¿No te dice tu razón ahora que la pregunta debe haber emanado de algo que tú no conoces, pero que aún así debe ser parte de ti? La fe y la creencia, apoyadas por la razón, producen forzosamente un cambio en tu percepción. Y con este cambio se le hace sitio a la visión. La visión se extiende más allá de sí misma, tal como lo hacen el propósito al que sirve, así como todos los medios para su consecución.
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