LA IMPORTANCIA PERSONAL, EL MAYOR VICIO HUMANO
Parecería imposible salir del eje de nuestro mundo personal pero no hay nada imposible, solo lo que nuestras creencias sostienen. Es delicioso sentir que somos el centro del universo pero esa es una terrible limitación que nos impide ver las cosas como son. La importancia personal no solo consiste en creerse mejor que los demás sino también en sentirse víctima. Qué hábiles somos para manipular y autoengañarnos, pero es solo un sueño.
Por su parte, Don Miguel Ruíz, en su libro “Los Cuatro Acurdos” nos recuerda que: “Te lo tomas personalmente porque estás de acuerdo con cualquier cosa que se diga. Y tan pronto como estás de acuerdo, el veneno te recorre y te encuentras atrapado en el sueño del Infierno. El motivo de que estés atrapado es lo que
llamamos «la importancia personal». La importancia personal, o el tomarse las cosas personalmente, es la expresión máxima del egoísmo, porque consideramos que todo gira a nuestro alrededor… Nada de lo que los demás hacen es por ti. Lo hacen por ellos mismos. Todos vivimos en nuestro propio sueño, en nuestra propia mente; los demás están en un mundo completamente distinto de aquel en que vive cada uno de nosotros. Cuando nos tomamos personalmente lo que alguien nos dice, suponemos que sabe lo que hay en nuestro mundo e intentamos imponérselo por encima del suyo. Incluso cuando una situación parece muy personal, por ejemplo cuando alguien te insulta directamente, eso no tiene nada que ver contigo. Lo que esa persona dice, lo que hace y las opiniones que expresa responden a los acuerdos que ha establecido en su propia mente. Su punto de vista surge de toda la programación que recibió durante su domesticación.”
Los conceptos sobre la importancia personal están claros pero, ¿qué podemos hacer para manejar este asunto en nuestras vidas? Primero observemos, a nivel mundial, los efectos que han tenido estas manifestaciones de importancia personal. Países o mega empresas con ínfulas de prepotencia que envían a los hombres de negro a vigilar a los ciudadanos que no aprueben sus fechorías. Presidentes sarcásticos que, con tal de imponer su voluntad, friegan a todo un país. Guerras por conveniencias económicas, guerras de creencias que pretenden confirmar que una, por ejemplo, religión, es superior a cualquier otra. Todo esto es
ego, o lo que aquí lo estamos exponiendo como “la importancia personal”. Si observamos esto, a nivel global, y sentimos que algo no cuadra, que eso no está bien, entonces, necesitamos vernos a nosotros mismos porque lo que mueve a la mayoría de humanos es su ego. Nos aferramos, no solo a una identidad personal, sino a creencias como si fueran la última verdad y generamos, por ende, disputas. Por ejemplo, hay gente que quiere creer de una manera fija en la reencarnación a pesar de que no sabe qué sucede con la “conciencia” o la energía que se desprende del ser físico al morir. Queremos creer que, de alguna manera, ese ser que somos hoy, va a volver, en otro cuerpo, y se va a encontrar con sus seres queridos. Pero, no sabemos como funciona la magia de la muerte, ni siquiera entendemos muy bien la vida. Es verdad que tenemos una sabiduría interna pero, generalmente, la estamos mal interpretando porque la queremos comprender desde el ojo del ego, no desde lo que es. ¿Qué tal si esa energía que somos hoy, al morir, se difumina en la sopa cuántica del universo que, por resonancia, se dispersa por lugares diferentes y, luego, por resonancia, cada parte se congrega para una nueva encarnación? Esto haría que lo que creemos que somos hoy, no vuelva a juntarse otra vez con sus mismos “pedazos” dispersados sino que se cree una nueva energía que reúna, por resonancia, energías cósmicas del vacío. No estoy diciendo que esto sea verdad sino que es una suposición que se puede considerar dentro de las miles de posibilidades que puedan haber sobre la existencia, en energía, después de esta vida. Los cuestionamientos y la mente abierta nos lleven a indagar mejor en nuestro interior. Ojalá, algún momento, podamos llegar a esa fuente de sabiduría interior que no está gobernado por la importancia personal. Seguro que se puede, pero, como con todo, requiere un trabajo de refinamiento, un auto-entrenamiento de despojo y desprendimiento de la identidad que no es para nada fácil. Pero vuelvo a una cosa: hemos visto de lo que el ser humano es capaz. Podemos destruirlo todo y tenemos una maravillosa capacidad para construir. Podemos ser el lado más oscuro y corrupto como el lado más noble, bondadoso y compasivo. Admiramos a personas como la Madre Teresa, el Dalai Lama, Gandhi, Krishnamurti. Nos inspiramos en las palabras de Martin Luther King Jr., Nelson Mandela, José Mujica, etc. Repudiamos personajes como Hitler, Mussolini, Pinochet y tantos otros que han liderado matanzas masivas. Esto señala hacia donde necesitamos dirigir nuestros ojos y nuestro propósito. Pero, el ego puede más porque le dejamos. Claro, se requiere de una fuerza de voluntad muy grande y de esa resonancia especial para despertar, para dejar de sostener las lindas ideas que vemos a otros realizar y empezar hacerlo nosotros mismos. Si no, ¿qué sentido puede tener identificarse con las cosas buenas de estos personajes? No es para nada fácil hacerlo pero tampoco es imposible. Hay que encaminarse en el sendero que nos lleve a la expresión de lo que admiramos en otros.
Con los pasajes citados de este libro parecería que estamos “fritos”. Quizás nos llenemos de frustración pensando que es imposible, pero nada es imposible, eso es una creencia enraizada en la mayoría de nosotros que nos castra, limita toda posibilidad de acción y es irreal. Si somos capaces de superar nuestra pereza existencial podremos encontrar un camino y avanzar lo mejor que podamos de acuerdo a la energía con la que encarnamos. Lo mejor que podemos hacer es asumir la responsabilidad de nuestra vida y abrirnos caminos internos para salir del hipnotismo social en que vivimos. Si esto implica que necesitamos caminar diez mil veces el mismo sendero antes de darnos cuenta de que hay otros caminos que llevan al tope de la montaña pues que así sea. Todo está en la calidad de presencia que pongamos en cada paso que demos. Así que encontremos el aliento para abrir nuestra mente con la que romperemos nuestras propias limitaciones. En el camino, reconoceremos como domar al ego y someter a la importancia personal.
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