miércoles, 4 de junio de 2014


Quiero una espiritualidad que alegre mi corazón, que sane mi mente y se convierta en un bálsamo para mi cuerpo.
Quiero una espiritualidad que sea sinónimo de gozo.
Quiero una espiritualidad que reconozca que lo Sagrado está dentro de mi corazón.
Quiero una espiritualidad que me enseñe que lo que siento es lo más importante en el mundo. Que reconozca que es lo único que tengo en realidad.
Quiero una espiritualidad que me enseñe que el Espíritu se siente. Quiero una espiritualidad que reconozca que lo que siento son los verdaderos regalos que le ofrezco al Espíritu y que, por lo tanto, los regalos de gozo, de amor y de alegría que elevo como perfumes y plegarias al cielo son más dignos de Él que los perfumes de tristeza, castigo y negación con los que alguna vez apesté mi cuerpo y mi ambiente.
Quiero un Dios que no se asuste ante la naturaleza de mi naturaleza.
Quiero una espiritualidad que incluya nuestros cuerpos en el acto sexual. Quiero que incluya excitación y la comunión de una respiración. Quiero que santifique la unión y la manifestación de la vida de la que surge toda la vida. Quiero que incluya el amor y sus expresiones. Quiero que incluya besos y caricias. Quiero que las convierta en una manifestación del cielo y no del infierno.

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