lunes, 16 de junio de 2014

Un Curso De Milagros

Capítulo 25

Percepción y elección

En la medida en que atribuyas valor a la culpabilidad, en esa misma medida percibirás un mundo en el que el ataque está justificado. En la medida en que reconozcas que la culpabilidad no tiene sentido, en esa misma medida percibirás que el ataque no puede estar justificado. Esto concuerda con la ley fundamental de la percepción: ves lo que crees que está ahí, y crees que está ahí porque quieres que lo esté. La percepción no está regida por ninguna otra ley que ésa. Todo lo demás se deriva de ella, para sustentarla y darle apoyo. Ésta es la forma que, ajustada a este mundo, adopta la percepción de la ley más básica de Dios: que el amor crea amor y nada más que amor.
Las leyes de Dios no pueden gobernar directamente en un mundo regido por la percepción, pues un mundo así no pudo haber sido creado por la Mente para la cual la percepción no tiene sentido. Sus leyes, no obstante, se ven reflejadas por todas partes. No es que el mundo donde se ven reflejadas sea real en absoluto. Es real sólo porque Su Hijo cree que lo es, y Dios no pudo permitirse a sí mismo separarse completamente de lo que Su Hijo cree. Él no pudo unirse a la demencia de Su Hijo, pero si pudo asegurarse de que Su cordura lo acompañase siempre, para que no se pudiese perder eternamente en la locura de su deseo.
La percepción se basa en elegir, pero el conocimiento no. El conocimiento está regido por una sola ley porque sólo tiene un Creador. Pero este mundo fue construido por dos hacedores que no lo ven de la misma manera. Para cada uno de ellos el mundo tiene un propósito diferente, y es el medio perfecto para apoyar el objetivo para el que se percibe. Para aquel que desea ser especial, es el marco perfecto en el que manifestar su deseo: el campo de batalla perfecto para librar sus guerras y el refugio perfecto para las ilusiones que quiere hacer reales. No hay ninguna ilusión que en su percepción no sea válida ni ninguna que no esté plenamente justificada.
Él mundo tiene otro Hacedor, el Corrector simultáneo de la creencia desquiciada de que es posible establecer y mantener algo sin un vinculo que lo mantenga dentro de las leyes de Dios, no como la ley en sí conserva al universo tal como Dios lo creó, sino en una forma que se adapte a las necesidades que el Hijo de Dios cree tener. No obstante, error corregido es error eliminado. Y de este modo, Dios ha seguido protegiendo a Su Hijo, incluso en su error.
En el mundo al que el error dio lugar existe otro propósito porque el mundo tiene otro Hacedor que puede reconciliar el objetivo del mundo con el propósito de Su Creador. En Su percepción del mundo, no hay que nada que no justifique el perdón y la visión de la perfecta impecabilidad; nada que pueda ocurrir que no encuentre perdón instantáneo y total. Ni nada que pueda permanecer un solo instante para empañar la impecabilidad que brilla inmutable más allá de los fútiles intentos del especialismo* de expulsarla de la mente -donde no puede sino estar- e iluminar al cuerpo en su lugar. Los luceros del Cielo no son para que tu mente elija donde los quiere ver. Si elige verlos en otra parte que no sea su hogar, como si estuviesen arrojando su luz sobre un lugar donde jamás podrían estar, entonces el Hacedor del mundo tiene que corregir tu error, pues de otro modo te quedarías en las tinieblas, donde no hay luceros.
Todo aquel que se encuentra aquí ha venido a las tinieblas, pero nadie ha venido solo, ni necesita quedarse más de un instante. Pues cada uno ha traído la Ayuda del Cielo consigo, lista para liberarlo de las tinieblas y llevarlo a la luz en cualquier momento. Esto puede ocurrir en cualquier momento que él decida, pues la ayuda está aquí, esperando tan sólo su decisión. Y cuando decida hacer uso de lo que se le dio, verá entonces que todas las situaciones que antes consideraba como medios para justificar su ira se han convertido en eventos que justifican su amor. Oirá claramente que las llamadas a la guerra que antes oía son realmente llamamientos a la paz. Percibirá que lo que antes atacó no es sino otro altar en el que puede, con la misma facilidad y con mayor dicha, conceder perdón. Y reinterpretará cualquier tentación simplemente como otra oportunidad más de ser feliz.
¿Cómo podría ser que una percepción errónea fuese un pecado? Deja que todos los errores de tus hermanos sean para ti únicamente una oportunidad más de ver las obras del Ayudante que se te dio para que vieses el mundo que Él construyó en vez del tuyo. ¿Que puede estar entonces justificado? ¿Qué es lo que quieres? Pues estas dos preguntas Son lo mismo. Y cuando hayas visto que son lo mismo, habrás tomado una decisión. Pues ver ambas preguntas como una sola es lo que te libera de la creencia de que hay dos maneras de ver. Este mundo tiene mucho que ofrecerle a tu paz y son muchas las oportunidades que te brinda para extender tu perdón. Tal es el propósito que encierra para aquellos que desean ver la paz y el perdón descender sobre ellos y ofrecerles la luz.
El Hacedor del mundo de la mansedumbre tiene absoluto poder para contrarrestar el mundo de la violencia y del odio que parece interponerse entre Su mansedumbre y tú. Dicho mundo no existe ante Sus ojos perdonadores. Y por lo tanto, no tiene porqué existir ante los tuyos. El pecado es la creencia fija de que lo que se percibe no puede cambiar. Lo que ha sido condenado está condenado para siempre, al ser eternamente imperdonable. Si entonces se perdona, ello quiere decir que haberse percibido como un pecado tuvo que haber sido un error. Y es esto lo que hace que el cambio sea posible. El Espíritu Santo, asimismo, sabe que lo que Él ve se encuentra mucho más allá de cualquier posibilidad de cambio. Pero el pecado no puede inmiscuirse en Su visión, pues ha quedado corregido gracias a ella. Por lo tanto, tuvo que haber sido un error, no un pecado. Pues lo que el pecado afirmaba que nunca podría ocurrir, ha ocurrido. El pecado se ataca con castigos, y de esta manera se perpetúa. Mas perdonarlo es cambiar su estado, de manera que de ser un error pase a ser la verdad.
El Hijo de Dios no puede pecar, pero puede desear lo que le haría daño. Y tiene el poder de creer que puede ser herido. ¿Que podría ser todo esto, sino una percepción falsa de sí mismo? ¿Y es esto acaso un pecado o simplemente un error? ¿Es perdonable? ¿Necesita él ayuda o condenación? ¿Es tu propósito que él se salve o que sea condenado? No olvides que lo que decidas que él es para ti, determinará tu futuro. Pues estás construyendo tu futuro ahora: el instante en el que todo el tiempo se convierte en un medio para alcanzar cualquier objetivo. Elige, pues, pero reconoce que mediante esa elección se elige el propósito del mundo que ves, el cual se justificará.
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