domingo, 24 de mayo de 2015


La utilidad de los juicios


Juzgar al otro es casi una queja pueril, un intento de diferenciarme de aquello que a mí no me gusta, una autodefinición a través de la negación del otro.
Mucho se proclama como virtud el “no juzgar”, pero a pesar de ser considerado un gran paso en el camino de la comunión con los otros, el  acto de juzgar tiene una faceta útil: le sirve a quien juzga para darse cuenta de que es lo que le molesta de sí mismo (esto siempre y cuando se logre ver con altura de miras).
El juicio es hijo de la separación, del sentimiento ilusorio de que estamos separados. Cuando uno acepta que somos parte de una trama, que somos como gotas conformando un gran océano, uno logra darse cuenta de que “el otro” ( todo “lo otro”) está actuando como un espejo que me devuelve imágenes de aquello que estoy siendo, y dentro de eso hay imágenes que nos gustarán y otras que intentaremos negar, pero que independiente de la aversión que podamos sentir por ellas, son parte de lo que somos.
El “juzgado” seguirá viviendo como vive con o sin las replicas o críticas del juzgador. Mientras este último seguirá viviendo en la ilusión de que el otro es “aparte”.
Si se quiere hacer algún cambio, hay que partir por adentro, ya que lo único que educa y es “enseñable” es lo que uno ES. Enseñar significa mostrar, señalar algo, y lo único que puedo mostrar es lo que soy, no lo que digo que soy o lo que me gustaría ser. Cuando yo digo, por ejemplo,  que no me gusta el futbol o la tele (o expreso mi aversión por cualquier cosa que “juzgo” por “debajo” de mi por inmoral,  por estúpido o por simple) en realidad no estoy enseñando nada, solo muestro que cierta cosa a mi no me gusta. Es casi una queja pueril, un intento de diferenciarme de aquello que a mí no me gusta. Una autodefinición a través de la negación del otro.
Lo que enseña es la convivencia, la experiencia compartida, el espacio conversacional, y ahí el juicio, la queja y similares no sirven mucho. Hay que hacer lo que hace sentido. No imponer tampoco “mi sentido”; compartirlo si, con la esperanza de que en el compartir haga eco.
¿Por qué ocupo la palabra enseñar? ¿Qué pasa si yo no quiero enseñar? Lo queramos o no, todo enseña, porque todo influye en algún grado. No estoy separado ( ni menos por encima) del mundo. Por lo que el simple hecho de relacionarme con otro pone de manifiesto la responsabilidad que tengo como parte de una trama donde todo influye en todo.
Se puede llevar a un nivel consciente y tratar de hacer aportes útiles a la convivencia colectiva, pero aún cuando se viva de modo inconsciente, el ser humano esta inseparablemente unido a las consecuencias de lo por él dicho, hecho o expresado en la forma que sea.
Un ser consciente es un ser responsable, un ser humano debería darse cuenta de que es un ser responsable. Este es solo un paso más en el camino de la impecabilidad.
Por Nicolás Tamayo
Soy tú reflejo, soy un espejo, soy parte de esta trama de vida, buscador y encontrador. Yo Soy, simplemente, otro Tú.http://elcaballogriego.wordpress.com/
Imagen cortesía de
Louise
www.animalespiritual.com

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