viernes, 31 de enero de 2014

Un Curso De Milagros

Capítulo 13

La consecución del mundo real

Siéntate sosegadamente, y según contemplas el mundo que ves, repite para tus adentros: "El mundo real no es así. En él no hay edificios ni calles por donde todo el mundo camina solo y separado. En él no hay tiendas donde la gente compra una infinidad de cosas innecesarias. No está iluminado por luces artificiales, ni la noche desciende sobre él. No tiene días radiantes que luego se nublan. En el mundo real nadie sufre pérdidas de ninguna clase. En él todo resplandece, y resplandece eternamente".
Tienes que negar el mundo que ves, pues verlo te impide tener otro tipo de visión. No puedes ver ambos mundos, pues cada uno de ellos representa una manera de ver diferente, y depende de lo que tienes en gran estima. La negación de uno de ellos hace posible la visión del otro. Los dos no pueden ser verdad; no obstante, cualquiera de ellos te parecerá tan real como el valor que le atribuyas. Su poder, sin embargo, no es idéntico porque la verdadera atracción que ejercen sobre ti no es igual.
Tú no deseas realmente el mundo que ves, pues no ha hecho más que decepcionarte desde los orígenes del tiempo. Las casas que erigiste jamás te dieron cobijo. Los caminos que construiste no te llevaron a ninguna parte, y ninguna de las ciudades que fundaste ha resistido el asalto demoledor del tiempo. Todo lo que has hecho lleva impreso sobre si el estigma de la muerte. No lo tengas en tanta estima, pues es un mundo viejo y decrépito, e incluso según lo construías estaba ya listo para retornar al polvo. Este mundo doliente no tiene el poder de influenciar al mundo viviente en absoluto. Tú no puedes conferirle ese poder, y si bien lo abandonas con tristeza, en él no puedes encontrar el camino que conduce más allá de él hacia el otro mundo.
El mundo real, por otra parte, tiene el poder de influenciarte incluso aquí porque lo amas. Y lo que pides con amor vendrá a ti. El amor siempre responde, pues es incapaz de negar una petición de ayuda, o de no oír los gritos de dolor que se elevan hasta él desde todos los rincones de este extraño mundo que construiste, pero que realmente no deseas. Lo único que necesitas hacer para abandonarlo y reemplazarlo gustosamente por el mundo que tú no creaste, es estar dispuesto a reconocer que el que tú fabricaste es falso.
Has estado equivocado con respecto al mundo porque te has juzgado erróneamente a ti mismo. ¿Qué podías haber visto desde un punto de vista tan distorsionado? Toda visión comienza con el que percibe, que es quien determina lo que es verdad y lo que es falso. y no podrá ver lo que juzgue como falso. Tú que deseas juzgar la realidad no puedes verla, pues en presencia de juicios la realidad desaparece. Lo que no está en la mente no se puede ver porque lo que se niega se encuentra ahí aunque no se reconozca. Cristo sigue estando ahí, aunque no lo reconozcas. Su Ser no depende de que lo reconozcas. Él vive dentro de ti en el sereno presente, y está esperando a que abandones el pasado y entres en el mundo que te ofrece con amor.
No hay nadie en este mundo enloquecido que no haya vislumbrado en alguna ocasión algún atisbo del otro mundo que le rodea. No obstante, mientras siga otorgando valor a su propio mundo, negará la visión del otro, manteniendo que ama lo que no ama, y negándose a seguir el camino que le señala el amor. ¡Cuán jubilosamente te muestra el camino el Amor! Y a medida que lo sigas, te regocijarás de haber encontrado Su compañía, y de haber aprendido de Él cómo regresar felizmente a tu hogar. Estás esperando únicamente por ti. Abandonar este triste mundo e intercambiar tus errores por la paz de Dios no es sino tu voluntad. Y Cristo te ofrecerá siempre la Voluntad de Dios, en reconocimiento de que la compartes con Él.
La Voluntad de Dios es que nada, excepto Él Mismo, ejerza influencia sobre Su Hijo, y que nada más ni siquiera se aproxime a él, Su Hijo es tan inmune al dolor como lo es Él, Quien lo protege en toda situación. El mundo que le rodea refulge con amor porque Dios ubicó a Su Hijo en sí Mismo donde no existe el dolor y donde el amor le rodea eterna e ininterrumpidamente. Su paz no puede ser perturbada. El Hijo de Dios contempla con perfecta cordura el amor que le rodea por todas partes y que se encuentra a si mismo dentro de él. Y negará forzosamente el mundo del dolor en el instante en que se perciba rodeado por los brazos del amor. Y desde este enclave seguro mirará serenamente a su alrededor y reconocerá que el mundo es uno con él.
La paz de Dios supera tu razonar sólo en el pasado. Sin embargo, está aquí, y puedes entenderlaahora mismo, Dios ama a Su Hijo eternamente, y Su Hijo le corresponde eternamente. El mundo real es el camino que te lleva a recordar la única cosa que es completamente verdadera y completamente tuya. Pues todo lo demás te lo has prestado a ti mismo en el tiempo, y desaparecerá. Pero eso otro es eternamente tuyo, al ser el don de Dios a Su Hijo. Tu única realidad te fue dada, y por medio de ella Dios te creó uno con Él.
Primero soñarás con la paz, y luego despertarás a ella. Tu primer intercambio de lo que has hecho por lo que realmente deseas es el intercambio de las pesadillas por los sueños felices de amor. En ellos se encuentran tus verdaderas percepciones, pues el Espíritu Santo corrige el mundo de los sueños, en el que reside toda percepción. El conocimiento no necesita corrección. Con todo, los sueños de amor conducen al conocimiento. En ellos no ves nada temible, y por esa razón constituyen la bienvenida que le ofreces al conocimiento. El amor espera la bienvenida, pero no en el tiempo, y el mundo real no es sino tu bienvenida a lo que siempre fue. Por lo tanto, la llamada al júbilo se encuentra en él, y tu gozosa respuesta es tu despertar a lo que nunca perdiste.
Alaba, pues, al Padre por la perfecta cordura de Su santísimo Hijo. Tu Padre sabe que no tienes necesidad de nada. Esto es así en el Cielo, pues, ¿qué podrías necesitar en la eternidad? En tu mundo ciertamente tienes necesidad de cosas. El mundo en el que te encuentras en un mundo de escasez porqueestás necesitado. Sin embargo, ¿te podrías encontrar a ti mismo en un mundo así? Sin el Espíritu Santo la respuesta sería no. Pero debido a Él, a respuesta es un gozoso si. Por ser el mediador entre los dos mundos, Él sabe lo que necesitas y lo que no te hará daño. El concepto de posesión es un concepto peligroso si se deja en tus manos. El ego quiere poseer cosas para salvarse, pues poseer es su ley Poseer por poseer es el credo fundamental del ego y una de las piedras angulares de los templos que se erige a sí mismo. El ego exige que deposites en su altar todas las cosas que te ordena obtener, y no deja que halles gozo alguno en ellas.
Todo lo que el ego te dice que necesitas te hará daño. Pues si bien el ego te exhorta una y otra vez a que obtengas todo cuanto puedas, te deja sin nada, pues te exige que le des todo lo que obtienes. Y aún de las mismas manos que lo obtuvieron, será arrebatado y arrojado al polvo. Pues donde el ego ve salvación, ve también separación, y de esta forma pierdes todo lo que has adquirido en su nombre. No te preguntes a ti mismo, por lo tanto, qué es lo que necesitas, pues no lo sabes, y lo que te aconsejes a ti mismo te hará daño. Pues lo que crees necesitar servirá simplemente para fortificar tu mundo contra la luz y para hacer que no estés dispuesto a cuestionar el valor que este mundo tiene realmente para ti.
Sólo el Espíritu Santo sabe lo que necesitas. Pues Él te proveerá de todas las cosas que no obstaculizan el camino hacia la luz. ¿Qué otra cosa podrías necesitar? Mientras estés en el tiempo, Él te proveerá de todo cuanto necesites, y lo renovará siempre que tengas necesidad de ello. No te privará de nada mientras lo necesites. Mas Él sabe que todo cuanto necesitas es temporal, y que sólo durará hasta que dejes a un lado todas tus necesidades y te des cuenta de que todas ellas han sido satisfechas. El Espíritu Santo no tiene, por lo tanto, ningún interés en las cosas que te proporciona. Lo único que le interesa es asegurarse de que no te valgas de ellas para prolongar tu estadía en el tiempo. Sabe que ahí no estás en casa, y no es Su Voluntad que demores tu jubiloso regreso a tu hogar.
Deja, por lo tanto, todas tus necesidades en Sus manos. Él las colmará sin darles ninguna importancia. Lo que Él te provee no conlleva ningún riesgo, pues Él se asegurará de que no pueda convertirse en un punto tenebroso, oculto en tu mente y que se conserva para hacerte daño. Bajo Su dirección viajarás ligero de equipaje y sin contratiempos, pues Él siempre tiene puestas Sus miras en el final de la jornada, que es Su objetivo. El Hijo de Dios no es un viajero por mundos externos. No importa cuán santa pueda volverse su percepción, ningún mundo externo a él contiene su herencia. Dentro de sí mismo no tiene necesidades de ninguna clase, pues la luz sólo necesita brillar en paz para dejar que desde sí misma sus rayos se extiendan quedamente hasta el infinito.
Siempre que te sientas tentado de emprender un viaje inútil que no haría sino alejarte de la luz, recuerda lo que realmente quieres, y di:
  • El Espíritu Santo me conduce hasta Cristo, pues,
    ¿a quéotro sitio querría ir? ¿Qué otra necesidad tengo,
    salvo la de despertar en Él?
  • Síguele luego lleno de júbilo, confiando en que Él te conducirá a salvo a través de todos los peligros que este mundo pueda presentar ante ti para alterar tu paz mental. No te postres ante los altares del sacrificio, ni busques lo que sin duda perderías. Conténtate con lo que, sin duda también, has de conservar, y no pierdas la calma, pues el viaje que estás emprendiendo hacia la paz de Dios, en cuya quietud Él quiere que estés, es un viaje sereno.
    En mí ya has superado cualquier tentación que pudiera demorarte. Juntos recorremos la senda que conduce a la quietud, que es el regalo de Dios. Tenme en gran estima, pues, ¿qué otra cosa puedes necesitar, sino a tus hermanos? Te devolveremos la paz mental que juntos tenemos que encontrar. El Espíritu Santo te enseñará cómo despertar a lo que nosotros somos y a lo que eres. Ésta es la única necesidad real que hay que satisfacer en el tiempo. Salvarse del mundo consiste sólo en eso. Mi paz te doy. Acéptala de mi en gozoso intercambio por todo lo que el mundo te ha ofrecido para luego arrebatártelo. Y la extenderemos como un manto de luz sobre la triste faz del mundo, en el que ocultaremos a nuestros hermanos del mundo, y a éste de ellos,
    Solos no podemos cantar el himno redentor. Mi tarea no habrá concluido hasta que haya elevado todas las voces junto con la mía. Sin embargo, no es propiamente mía, pues así como ella es el regalo que yo te hago, fue asimismo el regalo que el Padre me hizo a mi a través de Su Espíritu. Su sonido desvanecerá toda aflicción de la mente del santísimo Hijo de Dios, donde la aflicción no puede morar. En el tiempo, la curación es necesaria, pues el júbilo no puede establecer su eterno reino allí donde mora la aflicción. Tú no moras aquí, sino en la eternidad. Eres un viajero únicamente en sueños, mientras permaneces a salvo en tu hogar. Dale las gracias a cada parte de ti a la que hayas enseñado a que te recuerde. Así es como el Hijo de Dios le da las gracias a su Padre por su pureza.
    http://acimi.com/

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